|Capítulo 16: Conexión inefable|

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En cada visión se encuentran fragmentos de vidas pasadas, destellos de recuerdos que resuenan en lo más profundo del alma

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En cada visión se encuentran fragmentos de vidas pasadas, destellos de recuerdos que resuenan en lo más profundo del alma.

En cada visión se encuentran fragmentos de vidas pasadas, destellos de recuerdos que resuenan en lo más profundo del alma

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Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

A lo lejos, se alcanzaba a apreciar la majestuosidad e imponencia de la cimentación del divhoraarsh que se alzaba en la cima de una colina. En ese sitio, el sol se reflejaba en las doradas cúpulas que coronaban el edificio. A la par que se acercaban, apreciaban los intrincados relieves que adornaban las paredes de ecolith, representando escenas de la historia y la mitología de la casta: los korus, el kauri y el dios Manaia.

Pese a que Virav frecuentaba aquel lugar cada octonario, siempre sentía como si fuera la primera vez.

Los Aisures que transitaban por esos lares, vestían las ropas tradicionales de sus respectivos clanes para rendir homenaje a sus ancestros como era habitual. Algunos lloraban por las pérdidas recientes o por recordar las más antiguas que aún calaban en sus corazones, otros lucían aliviados mientras comenzaban con las plegarias.

En contraste, un grupo más selecto, entonaban melodías tristes como preliminar y encendían ramas aromáticas.

—Gracias por invitarme —dijo Aroha, colocando una mano en el hombro ajeno—. Fue considerado de tu parte.

—No es nada, gracias a ti por aceptar —contestó él, sus mejillas se tiñeron de un sutil carmesí.

Los dos jóvenes acudieron a donde se localizaban los miembros de la casta Tsarki, allí se el primogénito de Arjhan y Nyree también se encontraba presente.

Ingresaron por la compuerta principal de madera tallada, custodiada por dos enormes estatuas de orbes que representaban a Oria y a su posteridad.

Una vez que reunidos frente al altar principal, en donde se graban los nombres de aquel antiguo linaje, tomaron asientos en los cojines dispuestos a lo largo y ancho del suelo. Juntaron sus manos y cerraron los párpados en lo que el cabecilla de la casta pedía en voz alta por cada uno de ellos.

Al finalizar, trazaba en el aire korus unidos a una línea medio curva con el humo de un incienso; representaba la muerte y la nueva vida.

—Guíen nuestro camino: «a medida que un helecho muere, otro crece para tomar su lugar» —recitó Nashir.

|Una memoria perdida|Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin