|Capítulo 7: Despedida|

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Los primeros Guardianes decían que el Ha era el hilo dorado que conectaba todas las almas en los Ecos del Tiempo, el puente entre lo efímero y lo eterno

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Los primeros Guardianes decían que el Ha era el hilo dorado que conectaba todas las almas en los Ecos del Tiempo, el puente entre lo efímero y lo eterno. No se equivocaron. Tenían razón.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi

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Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

Arribado el quinto amanecer de Biyar, una jornada significativa para los Aisures, el corazón de Virav latió desenfrenado. La Ceremonia Conmemorativa en las tierras del vasto mundo era un evento que no podía perderse.

Con autorización de su progenitor, preparó su bolsa de viaje. Pese a que Arjhan le recordó el Nombramiento Oficial del próximo Leier de Vikeesh; sus prioridades eran claras. Si bien aún no despuntaba el alba, él no quería esperar más. Sin dilación, se dirigió hacia la estación del artefacto especial. En las afueras de Kihoi, adquirió su boleto de viaje.

A paso firme, subió al vagón y buscó un asiento junto a la ventana.

El trayecto se tornó una sucesión de paisajes borrosos. La luz del sol comenzaba a filtrarse con timidez a través de la ventana cuando la maquinaria se detuvo en su destino.

Había llegado.

Se levantó del asiento, agarró su bolsa y se dirigió hacia la salida.

Con el corazón desbocado, Virav contempló a los nativos vestidos con ropas fúnebres, inmersos en lamentos desgarradores. Esa visión le nubló los sentidos, dejándole un amargo sabor en la boca.

La Gran Nación Saoge estaba sumida en el luto. La triste melodía del sagrado réquiem se elevaba con las voces quebradas, envolviendo algunos corazones en una espiral de emociones discordantes. Cada nota musical parecía desgarrarle el pecho, recordándole la fragilidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. El dolor y la pérdida se materializaban en aquellos sonidos.

Sus fuerzas amenazaron con desfallecer, una punzada aguda ejerció presión en su pecho. Sin embargo, y sin perder un segundo más, se registró en la entrada principal y se dirigió hacia la edificación gubernamental.

«Por los ancestros, que no se trate del señor Jeir», la angustia se apoderaba de su ser mientras se acercaba al edificio.

—¡Señor Oult! —vociferó Virav, corriendo hacia el aludido—. ¡¿Qué sucedió?! Hay soldados en todos lados y-

|Una memoria perdida|Where stories live. Discover now