|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|

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Cada error es una cicatriz en el lienzo de la Existencia, una marca indeleble que cuenta una historia de lo que pudo haber sido y de lo que fue

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Cada error es una cicatriz en el lienzo de la Existencia, una marca indeleble que cuenta una historia de lo que pudo haber sido y de lo que fue.

Cada error es una cicatriz en el lienzo de la Existencia, una marca indeleble que cuenta una historia de lo que pudo haber sido y de lo que fue

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 Refugios sellados subterráneos.

Nath Sakti se acercó a Virav.

Sentía un nudo en la garganta al pensar en la información que el Guerrero Oscuro le había manifestado en el enfrentamiento que tuvieron escasos minutos atrás. Se acercó a paso firme, aunque su semblante ensombrecido no pasó desapercibido para el resto del grupo. ¿Cómo se suponía que debía decirle que el Guerrero Oscuro quería hablar con Virav en las tierras de Kihoi sin que sonara disparatado?

Sería difícil... Quizá lo tomarían por loco, otra vez.

La conversación alegre se detuvo en seco, las miradas preocupadas se posaron en Nath. El silencio se volvió opresivo mientras buscaba las palabras adecuadas para explicar lo inexplicable. Sin embargo, ¿qué otra opción tenía?

Nadie articuló ni una palabra cuando Nath habló.

La tensión en el aire era palpable, las expresiones en los rostros de los presentes variaban desde la preocupación hasta la incertidumbre.

En el grupo, Nyree y Drishti se notaban mucho más preocupados de lo que nadie hubiera esperado. Sus pensamientos trabajaban a toda velocidad para evaluar las implicaciones y las posibles consecuencias de cualquier elección que se tomara. En contraste, Virav parecía debatir consigo mismo en su interior. Sus cejas se fruncían con levedad mientras sus ojos cian se desplazaban entre Nath y los otros presentes.

Muchos se preguntaban si de verdad debía considerarlo.

A fin de cuentas, ¿no era mejor negarse desde un principio? Muchos pensarían que sólo era cuestión de decir «no» y allí se acabaría todo... Pero la Guardián Nyree y el Jefe Drishti no opinaban igual.

Resultaba, en cierto grado, complicado.

El silencio se extendió por tanto tiempo que se sintió como una eternidad, las miradas iban y venían de uno a otro, incluso los nativos a los alrededores los miraban cada cierto tiempo mientras murmuraban.

|Una memoria perdida|Where stories live. Discover now