Capítulo 1: A plena luz

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*Luz POV*

Esa noche llovía.

Me estaba distrayendo con el móvil en el taxi de regreso a casa, tras una cena larga y aburrida con gente todavía más larga y más aburrida. Cierto sentimiento de culpa cruzó mis pensamientos por un momento. ¿Debería estar dándole conversación al chico que me acompañaba? ¿Era nuestra relación tan aburrida como para que, en el fondo, deseara que no se diera cuenta de que no me interesaba en absoluto soltar el teléfono y prestarle un ratito de atención?

Lo miré de reojo.

Él estaba viendo historias en Instagram.

La culpabilidad se fue tan rápido como llegó.

- ¿Puedo hacerle una pregunta? – el conductor del vehículo me miró a través del retrovisor y levanté la vista para verlo.

- Claro – dije en voz baja.

- Usted es la actriz de la película esa sobre el fin del mundo, ¿no?

Había tardado mucho en reconocerme o en decidirse a preguntar. Era precisamente el target de esa película plagada de efectos especiales y hombres haciendo cosas heroicas. Huyendo de explosiones, de derrumbes y de seres del averno mientras se camelaban a la preciosa side-chick, que, por supuesto, era yo.

- Sí, soy yo – le reconocí.

- La fui a ver con mis hijos, les encantó.

- Gracias – le sonreí tímidamente. Gaspar ni levantó la vista del móvil.

Miré el salpicadero y vi una foto de una familia, dos niños, una mujer y ese hombre. Mi película no era una película para niños. Plagada de violencia y escenas subidas de tono que habían sido incomodísimas de grabar.

- Enhorabuena por el premio – dijo cuando estábamos entrando en mi calle.

- Gracias – repetí.

- Aunque la otra chica vasca que estaba nominada... Como era...

- Ainhoa Arminza – murmuró Gaspar, me sorprendió siquiera que estuviera pendiente de la conversación. Oír ese nombre me produjo una sensación desagradable.

- Sí, esa – asintió el conductor – Esa chica también lo hace muy bien. También vi su película – ¿apocalipsis y pelis de tiros? Ese tío se tragaría cualquier mierda hecha por hombres y para hombres.

- Supongo que sí... - le contesté, pero no lo pensaba.

Estaba cansada de la gente comparándonos. Esa mujer era insufrible. La persona más engreída y borde que me había cruzado en mi vida. Pero abrías los tabloides y era todo una especie de competición constante. Y las redes sociales... Nuestros fans se tiraban de los pelos y, aunque razón no les faltaba, a veces me llegaba a hartar que últimamente mi nombre y el suyo no hicieran más que aparecer en los mismos artículos, los mismos posts y en las revistas.

"Duelo de estrellas emergentes" lo habían llamado en el magazine que tenía sobre la mesa la peluquera que me había arreglado el destrozo del pelo para un evento. "¿Luz Lasierra merecía ganar el premio a actriz revelación? Los fans de Ainhoa Arminza creen que fue un robo a plena luz". Interesante juego de palabras. A pesar de que mi apellido era Romaña, mi agente me había aconsejado utilizar el apellido de mi madre, que tenía más tirón. Así que de la noche a la mañana pase de ser Luz Romaña, estudiante de comunicación, para convertirme en Luz Lasierra: actriz revelación.

Y tantos castings en los que me había quedado a las puertas o de los que me habían descartado por tener pocos followers habían quedado completamente en el olvido. Ahora todo eran focos, paparazzis persiguiéndome para pillarme con el insulso de Gaspar en las playas de Valencia o esta maldita lucha entre dos personas que ni nos conocíamos de verdad, ni pareciera que nos quisiéramos conocer.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now