Capítulo 18: Normalidad

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*Luz POV*

Ese sábado había organizada otra de las tantas comidas familiares a las que yo nunca faltaba. Esas que mi abuela organizaba para mantenernos cerca, para sentir que tenía el control sobre esa familia que había construido con mi abuelo y que cada cierto tiempo se tambaleaba. Se había convertido en tradición y marca de la casa. Le servía, a la pobre mujer, para confirmar que todo estaba en su sitio.

También era una forma de demostrarle a todos esos carroñeros que habían usado su historia para dejarla de mujer florero, además de tonta, que, al final la relación que tenía con sus hijas y sus nietos eran la prueba de que tan, tan mal, no había tomado las decisiones en su vida.

Y mi madre me había pedido que fuera.

A la mañana siguiente de que Ainhoa, o Verónica, me llamara. A la mañana siguiente de que me propusiera ese plan descabellado para irme a Portugal, Silvia Lasierra me había llamado para preguntarme que qué tal por Barcelona. Que qué tal estaba su hijo pequeño. Para preguntar cómo me encontraba yo y tener una excusa fácil para recordarme la cita.

- Mamá, no sé si es buena idea – le había dicho.

Y no era mentira, no era porque quisiera irme con Ainhoa a otro país de repente. Idea que, del todo, no me desagradaba. No era por esa invitación inesperada por la que no tenía claro si quería o no participar de esa comida familiar.

- Cariño, aunque la abuela no lo diga, te echa de menos  - había dicho mi madre

- Y yo a ella, de verdad- protesté mirando al techo blanco inmaculado de mi habitación de hotel.

- Sabes que está esperando a que vuelvas, no creo ni que necesite que te disculpes. Le bastará con verte – añadió.

Supongo que mi madre pensaba que era el orgullo lo que me impedía actuar. Que se me daba mal pedir disculpas, lo sé, no le faltaba razón a la mujer. Pero no era eso lo que se me atascaba cuando se trataba de volver a ver a mi abuela.

Era la incapacidad que tenía para apartar esas palabras, para apartar el sentimiento de vergüenza hacia mi persona que me producían,  y la rabia que sentía cuando me daba cuenta de que estaba dejando que su opinión me afectara tantísimo.

No había nada de malo en Ainhoa. No había nada de malo en mí.

Pero mi abuela me hacía sentir que sí.

- No es eso – le dije finalmente – Creo que no es el mejor momento para que haga las paces con la abuela.

- ¿A qué te refieres?

Me di la vuelta en la cama.

- ¿Recuerdas las cosas que dijo en el restaurante?

Mi madre hizo un sonido afirmativo al otro lado.

Y yo sólo podía pensar en la conversación que había tenido con mi hermano en la que había verbalizado mis sentimientos al respecto.

- Pues es que no es que no quiera pedirle perdón - empecé - Porque, de verdad, que si le hice daño lo siento, no tengo problema en admitirlo, es que el problema no es ese.

- ¿Y cuál es?

-  Que yo no la he perdonado a ella.

Mi madre se quedó en silencio un instante. Pude imaginarme su expresión perfectamente. La conocía, sabía que estaba intentando no pasar esa línea entre la preocupación materna y la invasión de mi vida. Porque le había salido mal muchas veces cuando empecé a ser lo suficiente mayor como para no interesarme que supiera todo lo que me pasaba.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now