Capítulo 23: Mi amor

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*Ainhoa POV*

No podía ser que la misma Luz que  prácticamente me había empujado a declararle mis sentimientos, fuera la que iba a romper conmigo.

Ya no me arrepentía de haberla conocido, ni de haberla besado. Ya no quería que no se hubiese cruzado en mi vida.

Solo quería que se quedara conmigo.

¿Por qué tenía que irse?

¿Por qué tenía que dejarme?

Que sí, que era complicado y que sí, que me había hecho daño desapareciendo. Pero eso podía tener solución, ¿no? Yo la perdonaba, en ese mismo instante se lo firmaba, le juraría que me daba igual y que si ella me quería, si las dos nos queríamos, iba a estar todo bien.

A pesar de que era obvio que yo no lo estaba.

Y seguí sin ver las señales en ese pensamiento.

Ya no quería que me dijera lo que fuera que había venido a decirme. No quería "entender" nada.

No quería hablar de otra cosa que no fueramos nosotras dos yendonos juntas a mi casa esa misma noche.

Porque lo único que quería era abrazarla y dormirme a su lado y pensar que todo había sido una pesadilla.

No quería despertarme sola.

- Levántate, por favor – me pidió.

Aunque la voz le temblaba, intentó sonar seria

–        N-no puedes hablar así.

Luz tenía los ojos llorosos.

Y a mí me pesaba el pecho.

Tiró suavemente de mí y me levanté del suelo. No tuvo que esforzarse porque me di cuenta de lo que estaba haciendo.

Me senté a su lado en el sofá.

Solo de pensar en Luz diciéndome que me dejaba y mi corazón volvía a ir a dos cientos por hora.

- Tienes que calmarte – tenía la expresión más triste que le había visto nunca – Ainhoa, tienes que calmarte. Lo siento muchísimo, de verdad. Yo no quería hacerte esto.

Asentí, intentando hacerle caso, intentando volver a comportarme como una mujer adulta. Sentí que se me iba de las manos y que estaba empeorándolo todo.

Me limpió la cara con sus pulgares, acariciando mis mejillas, arrastrando las lágrimas con el gesto. Cerré los ojos, me faltaba el aire, estaba agotada, y esa caricia era todo lo que estaba bien.

Pero todo lo demás estaba mal.

- No me dejes – repetí, esta vez sin llorar.

Suspiró.

- Escúchame.

Negué con la cabeza, sin abrir los ojos.

- N-no – insistí.

- En serio, Ainhoa.

No pude discutirle. Fue tajante.

Pero luego hizo algo que no me esperaba. Cogió mi mano, que se cerró entorno a la suya, y se llevó mis nudillos a los labios.

- Necesito que respires – le cayó una lágrima por la mejilla mientras besaba mis dedos y aterrizó sobre mi piel – No puedo verte así. Siento muchísimo haberte hecho daño, siento haber desaparecido de esta forma, pero no puedes decir estas cosas – volvió a decir – No puedes arrastrarte así, ni por mí ni por nadie. ¿Me oyes?

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now