Capítulo 16: De esas cosas que no pasan (II)

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*Luz POV*


La imagen de Ainhoa, mordiéndose el nudillo de la mano izquierda mientras la derecha se enredaba con fuerza en la sábana sobre el colchón, temblando tras ese espasmo que la había dejado en una especie de lucha por respirar con normalidad, era, con gran probabilidad, lo más cerca que iba a estar jamás de ver una obra de arte con vida.

Me quedé pendiente, sin perderme ningún detalle, de la manera en que se relajó. Observé como su mano viajaba desde su boca y se posaba en el nacimiento de su pelo. Como la otra soltaba la sábana despacio, que se liberaba de esa tensión del agarre y llegaba con cuidado a su pecho.

Como suspiró mirando al techo.

- Ven - me suplicó con esfuerzo.

Obedecí y me dejé caer a su lado, a la altura donde reposaba su cabeza en la almohada. Me miró con los ojos cristalinos y los colores subidos a las mejillas. Recuperando el aliento, me atrajo y me hizo besarla. Y a mi me pareció bien darle lo que quería después del espectáculo que me había ofrecido.

Lo que me producía escucharla era otro tipo de experiencia. Una que no quería compartir con nadie en el mundo. Una que era para mí. Mi secreto.

Es que me había vuelto el mundo completamente del revés.

Y es que Ainhoa sabía lo que hacía. Y todo lo que en otras ocasiones me había podido hacer sentir insegura, a ella parecía encantarle. Como si todas y cada una de mis reacciones involuntarias fueran justamente lo que anhelaba.

Dejé de pensar. Dejé de contenerme. Y ella no dejó de mirarme como si fuera una criatura fascinante.

Y, de algún modo, también me hacía entender lo que ella quería. No era complicado Y no me costaba nada dárselo.

Sólo podía entender su fascinación conmigo si la comparaba a lo que me producía a mi escucharla suplicarme que hiciera, de una vez, lo que necesitaba. Sólo podía entender la forma en que me había mirado de rodillas, cuando protestaba y gemía en mi oído. Sólo cuando sus uñas se habían clavado en mi brazo pude comprender por qué se había encendido de esa forma mientras me tocaba.

Si le pasaba una mínima parte de lo que me pasaba a mí, todo cobraba sentido.

No sé cuánto rato llevábamos tratando de sentirnos de esa forma. Sin miedos. Sin más confesiones, al menos no de las verbales.  Ni lágrimas. Sin frenos. Sólo acelerando, y desacelerando, y volviendo a acelerar. Y, de vez en cuando, parando para tomar aire y escuchar los latidos de la otra, desbocados y rompiendo con fuerza contra el pecho después de llegar a ese otro lugar.

Sólo sé que era increíble.

Que era algo inexplicable y que se me hacía muy extraño que no fuera capaz de sentir ni un poquito de vergüenza, que todo lo que me podría cohibir había desaparecido en el momento en el que me había rendido al contacto húmedo y desquiciante de su boca.

Parecía que no había nada que yo pudiera hacer que fuera a molestarle, que no había nada en mí que no le gustase.

Y era muy extraño.

- Deberíamos comer algo - dijo poniéndose de lado para verme a la cara.

Tampoco sé cuánto rato llevaba Ainhoa desnuda, pero aún no me había acostumbrado.

- Estoy aquí - me dijo, obligándome a mirarla a los ojos.

- Perdón - le dije algo cortada.

Ella sonrió.

- ¿Te gusta lo que ves? - mierda, ¿tenía que preguntarlo en ese tono?

- Ere... Esto es increíble - le dije.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now