Capítulo 5: Debilidades

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*Ainhoa POV*

Me encerré directamente en mi habitación nada más volver de la playa.

Aunque intentaba no pensar en ello, aún podía sentir el tacto de la piel de Luz entre mis dedos.

Era suave. Y también a era difícil de ignorar.

*Luz POV*

Mi corazón había acelerado su ritmo absurdamente cuando Ainhoa me había agarrado de esa forma para detenerme.

Me confundía.

Bajo el agua de la ducha, intenté borrar todo rastro de ella en mi piel.

*Ainhoa POV*

No sonó el despertador a la mañana siguiente. Tenía el horario de sueño cogido así que, sobre las ocho, me pareció haber dormido una eternidad.

Me levanté de la cama y me acerqué a mi ventana para abrir las pesadas persianas verdes de madera. El sol brillaba colgando en un cielo totalmente despejado, completamente celeste. No había ni una sola nube en el firmamento.

Fue raro, pero lo primero en lo que pensé aquella mañana soleada de noviembre fue en ella. Quise echarle la culpa al pacto que acabábamos de sellar. Pero, independientemente de la razón, Luz fue lo primero esa mañana.

Me encontré mirando hacia la playa, donde habíamos estado la tarde anterior hablando de nosotras, de nuestros fans y del futuro. Sin querer, sentí de nuevo ese cosquilleo que no quería sentir.

Ese cosquilleo que me aterraba.

Suspiré.

Quise convencerme de que era la situación. Nuestra rivalidad y la tensión acumulada con tanta pelea, pulla e indirecta. Tanto tiempo en alerta cuando se trataba de ella. Tanto tiempo huyendo de esa cosa que me recorrió todo el cuerpo la primera vez que la vi hacía casi dos años...

Antes de que estuviéramos ambas en el ojo del huracán. Antes de que supiéramos quién era la otra y nos diéramos cuenta de lo pequeño que era el podio en esa carrera.

Quise pensar también que estaba magnificando mis emociones. Me dije a mí misma que era cosa del lugar en el que estábamos, tan idílico, y que me estaba jugando una mala pasada.

Pero entonces recordaba sus ojos. Como si fueran dos focos que me alumbraban solo a mí.

Esos ojitos oscuros que me habían observado desde su mesa aquella primera noche, aquella gala a la que habíamos asistido sin siquiera conocernos, esa mirada a través de la gente mientras el que después conocería como su novio hablaba por los codos sin siquiera prestarle atención.

Quizá ella ya no recordaba ese evento, esa cena ni la forma en la que nuestras miradas se habían cruzado. Pero yo sí.

Qué ingenua e inocente fui cuando lo primero que pensé de ella era que parecía una muñequita. Un ser inocente que brillaba con luz propia, valga el juego de palabras. Y qué pronto la cruda realidad me fue mostrada.

Esos ojos eran los mismos que me miraban ahora con desdén y los mismos que habían tratado de convencerme de su plan.

Quería echarle la culpa a muchas cosas ajenas a mí, pero empezaba a darme cuenta de lo difícil callar mis emociones más viscerales cuando se trataba de ella. Tanto la rabia que me provocaba con su actitud, como lo que fuera que me hubiese pasado la tarde anterior al mirarla. Controlarme con ella, había sido difícil desde el primer día.

Me había hecho un favor siendo así de insufrible. Me había hecho un favor enorme siendo la persona más egocentrica y caprichosa con la que me había cruzado.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now