Capítulo 11: Luciérnaga

8.1K 307 757
                                    

*Luz POV*

- Bueno, ahora me tengo que ir, pero el sábado no te escapas - le dije a Miguel.

- ¿Segura? - me preguntó él.

- Vamos, como que me llamó Luz Lasierra.

- ¿A ti no se te puede decir que no?

- Pues... – hice ver que pensaba - No.

Miguel se rio y luego se despidió. Yo me dirigí a mi camerino. O eso le dije a él. Mientras cruzaba ese pasillo, que ya era casi tan familiar para mí como el de mi propia casa, iba pensando en la forma de enfrentar una conversación a la que había estado dándole vueltas durante toda la noche y todo el día.

No la había visto en todo el día, no habíamos coincidido en ningún momento, y no sabía si iba a poder mirarla a la cara sin morirme de vergüenza. Pero necesitaba saber si había sido una enajenación puntual y si lo de que no iba a volver a huir era cierto.

Porque plantearme toda mi vida se me hacía un poco cuesta arriba y no veía la necesidad de hacerlo si Ainhoa ahora daba un paso atrás.

Además, que Ainhoa estuviera decepcionada conmigo por la forma en la que me había bloqueado presa del pánico era otro pensamiento que se me cruzó justo antes de llamar a su puerta.

Tomé aire.

- ¿Puedo pasar? - pregunté asomando la cabeza.

Ainhoa levantó la vista del móvil. Estaba sentada en su sillón y no parecía tener ninguna prisa por irse. Siempre impasible. No hubo ninguna reacción concreta al verme. Por un instante temí que todo hubiera sido un sueño.

- Claro - dijo seria - ¿Quieres algo?

Entré despacio, y avancé hasta atravesar toda la estancia.

De verdad, jamás me había sentido tan desprotegida con nadie. Jamás le había dado ese poder a ninguna persona. La cantidad de veces que me había desnudado delante de mis exs y, sin embargo, nunca me había sentido tan desvestida como frente a ella en ese momento. Aquello era aterrador.

Pero me alegré de ver que mi flor seguía ahí.

- ¿No te has ido aún? - pregunté.

La pregunta más tonta de la historia porque... A ver, estaba ahí delante de mí. Pero es que no supe cómo iniciar la conversación de otra forma.

Empezaba a molestarme conmigo misma por actuar así, yo no era esa clase de persona. Yo era una chica, no, una mujer, echada para adelante. Decía lo que pensaba y conseguía lo que quería. Era, como decía Miguel, difícil decirme que no. Era difícil que algo me dejase sin palabras. Era difícil que algo me intimidara.

Y, sin embargo, ahí estaba ella, capaz de hacer todas esas cosas. Y más.

- Estaba haciendo tiempo - respondió.

Me miró de arriba a abajo. Traté de mantener la compostura. Lo había hecho antes, había estado en ese mismo camerino diciéndole todo lo que pensaba y no me había asustado como un corderito. No tenía por qué cambiar nada.

Tenía que empezar a racionalizar las situaciones en las que la tenía tan cerca y empezar a acostumbrarme a que me mirase sin que me temblasen hasta las pestañas, y sin acabar desviando mi atención a su boca.

Ya estaba bien.

Tocaba actuar como si fuera cual fuera la actitud de Ainhoa, y su opinión sobre lo ocurrido, no fuera tan relevante. Si se arrepentía, le seguiría el rollo. Le daría la razón, había sido una mala idea. Y fingiría que no me moría de la humillación tras dejarme la voz en su sofá.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now