Capítulo 3: Supérame

3.7K 226 117
                                    

Luz POV*

Me desperté sobresaltada como si estuviera en medio de un bombardeo. Ya había vuelto a equivocarme poniendo la alarma. Sólo alguien con muchas ganas de morir de un infarto habría escogido ese sonido para despertar. Y algún psicópata decidió ponerla como opción predeterminada.

La persiana no estaba bajada del todo y se colaba la luz del amanecer de forma sutil. Tiré de la sábana con fuerza, Gaspar se había enrollado completamente en ella y ahora entendía por qué había estado soñando que vivía en Siberia.

Siempre hacía lo mismo.

- Hmmm – hizo dormido.

Lo envidié durante el rato que tardé en recordar por qué yo estaba madrugando y él no. Cogí aire y salí de la cama.

Eran las seis de la mañana y pronto pasarían a por mí.

No me gustaba que Gaspar se quedase en mi piso a dormir. No tenía mucho sentido, si me divertía el sexo; también debería disfrutar de su compañía. Pero no me gustaba despertarme y tener que apartarlo, ir de puntillas para no molestar su sueño de desempleado y coger mis cosas en silencio. No me gustaba meterme en la ducha sabiendo que él estaba en mi cama.

No podía explicar lo incómoda que me hacía sentir su presencia cuando la parte divertida se acababa. Y no solía prolongarse mucho dicha parte.

No era justo tampoco, él estaba enamoradísimo. No dejaba de repetírmelo, de ponerlo en las redes, de proclamarlo a los cuatro vientos y de gastarse sus ahorros en regalos para mí. O encontraba la forma de dejarle o de aprender a quererle. A ese paso acabaría casada con él y... solté todo el aire de golpe.

Demasiado temprano para eso.

- Buenos días – dije cuando llegué a maquillaje.

La chica, que a pesar de la hora que era estaba divina de la muerte, me sonrió y me senté en la silla a dejar que hiciera su trabajo mientras repasaba mentalmente mis frases.

Mi reflejo al lado del suyo era para enmarcar. Mis ojeras me delataban, no me había maquillado porque ya sabía que lo haría ella y, si me había peinado, había sido por vergüenza a salir a la calle de otra forma.

Me había quitado la sudadera gris que llevaba, y menos mal porque sino habría sido la recreación ideal de Chenoa en chandal, atendiendo a la prensa en su portal. Me había puesto la ropa que me habían dado los de vestuario y, al menos, fingía ser persona y mi historia nada tenía que ver con la infidelidad más sonada de España.

Hoy ibamos a rodar en el en set del bar en el que mi personaje trabajaba.

Se habían rodado ya un par de escenas, aunque, en mi caso, ninguna con Ainhoa todavía.  Quisieron aprovechar los primeros días para rodar mis partes con un actor que salía apenas diez minutos repartidos por toda la película.

Pero hoy sí.

Hoy iba a grabar con ella.

Tenía muchísimo sueño y me encomendé a las manos de la maquilladora.

- ¿No has dormido bien? – me preguntó la becaría que hacía las veces de auxiliar de uno de los asistentes de dirección y que acababa de llegar para comprobar que todo iba conforme a su agenda.

- ¿Por qué lo dices?

- Hija, tienes unas ojeras... - evité mirar a mi reflejo de nuevo

- Pues no sé... - mentí, como si no hubiese estado toda la noche dando vueltas a que hoy iba a ser mi primer día de trabajo con ella.
- Bueno, si necesitas algo háznoslo saber. Es importante que descanses.

La Luz de Los FocosМесто, где живут истории. Откройте их для себя