Capítulo 12: Eva

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*Luz POV*

La televisión se había apagado, como hacía siempre que pasaba demasiado rato de inactividad y yo me encontraba en ese limbo entre el sueño y estar despierta, cuando noté a Ainhoa abrazándome en la oscuridad. En algún momento me habría dado la vuelta y ella acababa de pegarse a mi espalda y de rodearme con sus brazos.

- ¿Estás despierta? – me preguntó muy bajito cerca del oído, haciendo que su aliento cálido alcanzara mi rostro.

Yo me acomodé en el hueco que me ofrecía su cuerpo, pegando mi espalda a su pecho, colocándome mejor entre sus brazos, y acaricié su antebrazo para que supiera que sí. Y que estaba a gusto ahí. Su piel se erizó, y toda ella pareció relajarse con ese pequeño gesto.

- No sé qué me has hecho... - susurró.

No podía ver mi cara, pero me habría visto sonreír otra vez como una idiota.

- ¿Quieres ir a la cama? – le pregunté.

Me di cuenta de cómo había sonado eso nada más decirlo.

- A dormir, digo – añadí.

Ella se rio suavemente.

- Estoy bien aquí – me dijo de nuevo muy cerca del oído – tu pelo huele muy bien.

Que parase ya porque me estaba queriendo morir de algo y no sabía de qué.

- ¿Tú quieres ir a dormir? – me preguntó con voz melosa.

Intuí que en su duda había cierta esperanza de que mi respuesta fuera que no.

Me di la vuelta entre sus brazos y me quedé tan cerca de su cara que agradecí a la oscuridad que me cubriera un poco. Sus labios estaban tan cerca que habría podido besarla otra vez, pero temí estar haciéndome pesada.

No sabía cuánto era demasiado. Pero todo me sabía a poco.

También le agradecí a la contaminación lumínica de Madrid que me dejara entreverla entre las sombras.

- No – le dije – Yo también estoy bien aquí.

Nos quedamos en silencio un rato. Podía notar el latido de su corazón y era probable que ella pudiera sentir el mío. Abrazadas amparadas en la noche, todo parecía tan tranquilo que nunca se hubiese adivinado la montaña rusa a la que habíamos estado sometidas durante ese día.

Sin apartarse, sus dedos empezaron a pasearse por mi abdomen, sembrando cosquillitas en mi piel bajo la ropa. Me recorrió una sensación agradable por todas partes, como si el simple contacto de las yemas de sus dedos pudiera acabar con todo lo malo del mundo. Hacerme olvidar que aquello no era normal para mí.

Era una sensación cálida.

- Me gusta que hagas eso – tuve la necesidad de hacérselo saber.

Ella no respondió, pero siguió haciéndolo.

Daba igual lo que midiese el sofá, porque Ainhoa me tenía entre sus brazos y ocupábamos el espacio de persona y media.

Y no me molestaba.

Me apoyé en ella, buscando su perfume conscientemente y cerré los ojos para disfrutar de sus gestos. Estaba en una especie de nube, en un mundo paralelo en el que daba igual quiénes fuéramos y qué pasado había entre nosotras.

- Gracias – susurró.

- ¿Por? – pregunté, dándome cuenta de que estaba quedándome dormida otra vez.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now