Capítulo 14: Bécquer

5.8K 277 730
                                    

*Luz POV*

Me había quedado completamente dormida en algún punto de la tarde, pero, cuando el coche se detuvo, me desperté un poco desconcertada sin saber muy bien dónde estaba. Era noche cerrada y las luces del porche de casa de mis abuelos estaban encendidas.

- ¡Buenos días! – dijo mi padre viendo por el retrovisor como me desperezaba.

- Buenas noches dirás – contestó mi hermano – Menuda siesta se ha pegado.

Cuando abrí la puerta el frío me acabó de espabilar del todo.

Olía a campo.

Tenía mezclado el aroma a fertilizante, a vaca y a pasto entre los recuerdos de mi infancia, de mis veranos bañándome en el agua helada del río. De las fiestas de finales de julio, con sus bailes regionales y juegos para los niños chicos, justo antes de los pasodobles y el DJ, que solía ser un chaval de la zona y que, bueno, hacía lo que podía con lo que tenía.

La puerta de madera de la entrada a la casa se abrió en el momento en el que mi padre cerró la del coche y se disponía a abrir el maletero. Mis abuelos salieron a nuestro encuentro.

- ¡Madre mía, Jon! – mi abuela llegó primero – Ay, mi niño, ¿Cuándo has crecido tanto?

Mi hermano se limpió la mejilla cuando mi abuela dejó de plantarle besos sin control.

- Buenas noches, Chari – dijo mi madre.

- Anda, Silvia, cada año que pasa más guapa – le soltó y luego se giró hacia mí – ¿Y este polizón?

Me tuve que poner de puntillas para darle dos besos a mi abuelo, ese hombre serio e introvertido de siempre.

- Se nos ha colado en el coche – contestó mi padre.

Lo hizo antes de que me diera tiempo a hacerlo a mí, bajando la maleta. Una vez la tuvo en el suelo, se acercó a su madre para dejar que lo abrazara.

- ¿Tú qué? – me dijo mi abuela antes de agarrarme del brazo para acompañarme dentro - ¿Te acuerdas de esta anciana?

Sonreí.

- Claro que me acuerdo – le dije – Debería venir más.

- Anda, mira, estoy de acuerdo con eso – contestó.

- ¿Hay cena? – preguntó mi hermano – Me muero de hambre, abuela.

- ¡¿Por quién me tomas?! – hizo ofendida – Pues claro que hay cena, y estaba esperando a que llegarais para que me contéis todas las travesuras en las que os estéis metiendo mientras comemos.

A pesar de haberme dormido en el coche, Ainhoa no había abandonado mis pensamientos.

Y, a pesar también de todo lo bueno, lo único que se reproducían eran sus excusas.

Que no me haría ningún bien que nos vieran juntas, que había que tomar distancia. Todos esos días en el rodaje, sin cruzar palabra, echando de menos cada segundo que había estado con ella escondida en algún rincón.

Los "no sabes lo que quieres", "no sabes de qué hablas".

Es que me confundía tanto la manera en la que le caían las lágrimas mientras me decía que no. Que aquello no podía ser, que ella no era lo que yo quería.

Y me enfurecía también, porque me hacía sentir que estaba decidiendo por mí, que sólo me veía como una niña.

Que no creía en mis palabras, que no confiaba en que lo que yo sentía era real. ¿Por qué iba a mentirle? ¿Por qué iba a lanzarme de esa forma en esa piscina si no lo sentía de verdad? Aunque no tengo claro que llegase a decirle exactamente lo que era. Porque tampoco me había dejado hacerlo.

La Luz de Los FocosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora