Capítulo 25: Familia (II)

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*LUZ POV*

-          ¿Qué es esto? – pregunté.

La ficha que había sacado tenía datos técnicos que no perdí demasiado tiempo en leer. Dentro de esa funda había más cosas. Parecían fotografías.

Anticipé, antes de sacarlas, de qué se trataba.

-          ¿El qué? – hizo volviendo a fingir confusión.

Al final sí que era VIP. Lo supe en cuanto saqué la primera y la tuve entre mis manos.

Muy VIP.

Porque nadie lo sabía, porque la intención era precisamente esa, pero si la población de nuestro país hubiese sabido que Ainhoa y yo estábamos juntas, tenía claro que yo habría sido la persona más envidiada en cuánto eso saliese a la luz.

-          Madre mía – murmuré.

-          ¿Qué es? –  ahora fingía hasta inocencia.

Durante unos segundos, me imaginé esa misma fotografía a tamaño real, en las estaciones de metro, en las marquesinas de los autobuses y en las lonas publicitarias de la ciudad.

Mis ojos se recrearon en su expresión, en sus curvas, en su abdomen descubierto. Me sorprendí prestándole atención hasta al gesto de sus manos.

Me mordí el labio, no podía ser real.

No podía ser que esa mujer fuera mi mujer.

Que todo eso fuera mío.

-          Posiblemente, - dije - la principal causa de accidentes en Madrid durante la temporada primavera-verano.

Y ella se rio al otro lado mientras yo llegaba a mi habitación, con el sobre de plástico,  y me tumbaba bocabajo en la cama.

Saqué todas las imágenes.

Eran cinco en total, aunque habría muchísimas más.  Cinco conjuntos diferentes.

-          ¿Te gustan?

La piel de Ainhoa se veía más morena en las fotos, un par de tonos le habían subido, pero el contraste con ese pelirrojo, que ya se le estaba difuminando, era precioso. 

Y, no, no se podían distinguir apenas las pecas en su cara, y me parecía delito, pero esas pestañas larguísimas sí. Kilométricas. Y la expresión seria, casi pasota, de la tercera foto me produjo cosas.

Cosas que una fotografía no había sido capaz de provocarme antes.

Para ser sincera, no le presté la atención que solía prestarle a su cara, porque me quedé un poco embobada en esos abdominales que se intuían.

La eché muchísimo de menos de repente.

-¿Por qué no estás aquí? - pregunté sin pensar.

-Porque no me lo has pedido - contestó ella, con voz melosa.

Suspiré.

El bikini que llevaba en la que tenía ahora entre las manos era bonito. Era un palabra de honor, de un rosa pálido, acabado en un volante sobre su pecho.

- Son preciosas - dije.

- ¿El qué?

Enrojecí pensando lo que podían haber parecido querer decir mis palabras. Menos mal que ella no podía verme y no podía saber lo que estaba mirando.

-  Las fotos, amor.

-  No son para tanto... - dijo  - Pero sé de una niña que estaba impaciente por verlas.

La Luz de Los FocosWhere stories live. Discover now