Él, es el alfa dominante más rudo y popular de la escuela. Capitán del equipo de futbol americano, y considerado el número uno en todo menos en el estudio.
Ella, una simple omega como cualquier otra tratando de sobrevivir la preparatoria. Reservada...
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Nada.
Se lanzó a su cama hastiado aventando su celular en alguna parte de su habitación sin importarle que pudiera dañarse. Por más que marcara al número de su tutora, siempre lo mandaba a buzón. Pues que podía esperar si ni siquiera se había dignado en hablar con ella; claro que se negaría a querer saber de él.
No era un gran día desde que su director pidió por su presencia; ni cuando tuvo que verle la cara a su maestro de física; ni mucho menos cuando su entrenador se la pasó gritándole durante todo el entrenamiento por no dar su máximo. Su rendimiento en el campo fue un fiasco por no estar concentrado en el juego; sin quitar el hecho de que su coach no estaba muy contento de que se haya perdido un día de práctica. El beta siempre fue cero tolerante con las tardanzas o faltas y mucho más cuando se trataba de su capitán; Julián debía dar el rol a seguir como la cabeza de su equipo. Era demasiada presión para solo una persona, pero sabía a lo que se metía desde el primer momento que audicionó por el puesto de capitán. Toda esta situación con su familia, maestro, Meztli y Nacionales le tenía la cabeza hecha un lio.
— ¿Qué pasa, hijo?—preguntó la mujer pálida al escuchar a su hijo soltar un quejido al entrar a su cuarto.
Últimamente la omega trataba de pasar más tiempo con su hijo. Aquella plática había sido un abrir de ojos para ambos: ella estaría para su hijo y Julián para ella. Era raro para Julián ver a su madre pasar más tiempo en casa y estar pendiente de él a cada rato. Sin embargo, se sentía cálido volver a los tiempos donde eran una familia unida. Extrañaba ser importante para alguien.
Julián estaba por decir que no tenía nada, pero su madre al ver sus intenciones se adelantó y dijo:
—Más vale no digas que nada, porque es más que obvio que mucho pasa.—le miro con el entrecejo fruncido cruzándose de brazos. Bueno, definitivamente esa respuesta debía ser descartada. — ¿Acaso tiene que ver con alguien? Tal vez, ¿una chica?
Julián miro asombrado a su madre. ¿Acaso era bruja?
— ¿C-cómo?
Elena rio por lo bajito para después tomar asiento junto a su hijo en la cama. — No debes ser un genio para descifrar problemas amorosos. Todos modos, no es porque quisiera ser chismosa, pero una vez entre a tu habitación cuando no estabas para agarrar tu canasto de ropa sucia y entre tus prendas pude captar el perfume de alguna chica. Supongo que ella es la causante de tu humor.
Y su madre no supuso mal. Definitivamente las madres tenían un sexto sentido que les ayudaba a descifrar todo. Si no fuera porque se ocupan con tantas cosas del hogar y trabajo, ya les hubieran quitado el trabajo a los detectives. Hasta el propio FBI tendría miedo de ellas.
—Es complicado.
—Tengo todo el tiempo para escucharte, cariño. —le sonrió dulcemente, posando una mano encima de la más grande de su hijo. Cariño. Eso sonaba...como en los viejos tiempos.
