EL DIOS DEL AVERNO

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Agni había visto muchos minotauros, al menos en sus clases de historia y literatura. Sabía exactamente como se veían, pero ninguno se acercaba a lo que tenía frente a ella, soltando humo por la nariz y rugiendo causando que las aves que estaban en los arboles salieran volando muy lejos de ahí.

Ellos tenían los ojos rasgados y oscuros, como el mismo días, si no fuera por su origen, creería que eran hijos suyos por el gran parecido. El que tenía frente a ella era enorme, tal vez el doble de ella y musculoso, llevaba una espada que quería enterrarla en su cuerpo, y lo raro e inquietante, es que se aprendía sus movimientos, así que ella debía ser inteligente para moverse de varias formas posibles y todas sin repetir.

— ¡Agni! —gritó Zigor con fuerza y ella giró el rostro viendo como el minotauro con el cual luchaba, caía al suelo con la espada enterrada en su pecho, dio su último suspiro y murió. Pero así como los atacaban, varios rodearon al Dios, protegiéndolo, sería mucho más difícil acercarse y tomar el cuerpo.

Maldición.

—Niña linda, ¿no sabes pelear? —preguntó el minotauro, ella se sobresaltó y todo quedó en silencio al escucharlo hablar. Ella aprovechó para atacarlo, levantó su espada y se giró, quedando atrás suyo, cuando la criatura quiso girar, ella ya había enterrado su espada en la espalda de él. Un gritó resonó en el campo y a los segundos todo el equipo de su familia apareció, al principio se sorprendieron como ellos, pero actuaron rápido, moviéndose con agilidad y acabando con ellos.

Agni se le hizo más fácil acabar con ellos, moverse en el campo siempre había sido su fuerte, y ahora lo estaba demostrando. Aunque terminó con algunas heridas en su cuerpo, salió bien librada de dos minotauros. Cuando todos habían terminado en el suelo, los contó. Once exactamente con un grupo de más de treinta, entonces debían prepararse aún más, si esto era una parte de lo que se avecinaba, no sabía que aguardaba entre los secretos de cada Dios.

Hubo uno que quedó vivo, estaba de pie protegiendo el cuerpo de su Dios, era más grande y se había llevado por delante a cuatro compañeros del equipo. Zigor y Enzo estaban cerca, lo suficiente para lanzarse atacar. Pero algo hizo que girara y luego sonriera, y así como aquellos minotauros habían caído al suelo muertos, se levantaron y a los segundos se hicieron cenizas, dejando al Dios solo.

¿Qué estaba pasando?

— ¡Revisión del perímetro! —gritó Zigor guardando su espada. Agni hizo lo mismo y luego los Brais se acercaron a donde estaba el cuerpo del Dios. Enzo lanzó una mirada alrededor, a la defensiva que llegara atacar, eso le asustó. Todo había pasado demasiado fácil.

—Realmente tiene facciones de un asiático —comentó Agni al verlo dormido—. Y muy guapo.

—Agni. —Zigor murmuró, la joven se encogió de hombros y luego se inclinó viendo al Dios. Piel de porcelana, ojos rasgados, y delgadas cejas. El cabello oscuro y muy bien peinado hacía atrás, nadie podría adivinar que llevaba muchos años dormido.

—Lo ideal es llevarlo al museo y por las catacumbas, así nadie sabrá que está en nuestro poder. —sugirió Uriel viendo como preocupación el cuerpo.

— ¿Están seguros que sigue dormido? —Enzo inquirió desconfiado por su aspecto. No recordaba que así se viera el Dios del mar, de hecho se veía pálido y acabado. ¿Por qué el de acá se veía tan bien? —. Se ve demasiado vivo para estar dormido.

—El corazón de él sigue en el mismo lugar, así que no especulen y dense prisa.

Zigor tomó el cuerpo en sus brazos y camioneta, lo recostó en los sillones y lo miró por largos minutos, su hermana se acercó, ambos estaban viéndolo.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now