MUY CERCA

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En los últimos días había estado mucho tiempo en la Legión, estudiando los corazones, queriendo saber si había más, si había un engaño de por medio. Ella colocó la clave y las cajas de cristal se abrieron dejando ante sus ojos el corazón de Elan, parecía tener la consistencia de una piedra, pero no, era más bien suave apunto de latir en cualquier momento.

Hace una semana había dado una conferencia sobre los dioses, y en ello había descubierto que muchos estudiantes querían hacer una pasantía en el museo de ellos, veinte fueron pocos y cuando ella hizo una serie de preguntas, todos contestaron correctamente, interesados hasta el fondo del tema. Lo cual era muy bueno, ya que en un punto ellos se retirarían y estos alumnos podrían convertirse en buenos profesionales para mantener el museo.

Cerró los cristales, pero se giró para ver el de Maua, este tenía tallos alrededor como protección, incluso tierra, el elemento de ella. ¿Cómo hacía para ahora tener el control de todo?

—Tiene una forma curiosa, ¿no lo crees? —la voz de Coll la hizo refunfuñar. Puso las clases y se giró saliendo de la habitación siendo seguida por moreno que en las última semanas había pedido salir con ella, pero la joven le había dado un no más de una vez. Era perseverante, eso no lo dudaba.

—No.

— ¡Pero si no te he dicho nada! —el moreno de sonrisa amigable levantó las manos y Agni negó mientras entraba a su hora oficina, tomaba su abrigo y su cartera. Apagó la computadora y salió, ignorándolo, pero ese hombre no se daba por vencido. Ese día ninguno de sus hermanos había venido, todos parecían estar ocupados en sus propios secretos, en especial Zigor que había apagado su celular.

¿Qué más ocultaban los Brais?

—Vamos por una copa, ¿Qué te parece?

—Yo no bebo.

—Pero si tienes una botella de vino en tu oficina, ¿Cómo que no bebes?

—Dejé de tomar ayer.

— ¿Agni?

— ¿Qué? —siseó irritable deteniéndose abruptamente, el moreno la miró fijamente, con esperanza y ella soltó el aire que no sabía que contenía. Lo pensó mil veces hasta que bajó los hombros y le dio un si casi audible.

— ¡Bien! Vamos, entonces vamos —el hombre tuvo la vergüenza de subir a la camioneta y subirse al copiloto—. ¿No vienes?

— ¡Eres increíble y no es un halago! —él soltó una ronca carcajada y ella negó tratando de ocultar su sonrisa, manejó y cuando salió de la panamericana respiró tranquilamente. Puso algo de rock que la mantuvo menos nerviosa, lo veía por el rabillo del ojo, calmado y golpeando sus dedos en la puerta de la camioneta.

Cuando estacionó, ambos bajaron y él soltó un silbido.

—La primera vez no me fijé que tan bonita era tu casa, pero lo es, y fuera de eso está en un lugar tranquilo —comentó y Agni sonrió viendo su casa. Y sí, era bonita, amplia con un enorme jardín y había un sillón en la entrada para los días de verano, sentarse con una paleta helada, pero casi no disfrutaba de esos días, ya que siempre estaba afuera.

Su casa fue su inversión más grande, ajuntó dinero desde los quince para ella, su casa soñada y lejos de sus hermanos y padre, demasiado, lo suficiente tranquila y cero peligrosa para las pocas horas que debía estar ahí, pudiera dormir tranquila. Ni bien cumplió los veintidós, ya tenía el dinero y fue de las primeras en marcharse, su padre sufrió pero comprendió que ella quería mantenerse lejos de todo lo que significaba su familia, al menos por unas horas.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now