AQUÍ HACE FRÍO

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— ¿Qué has hecho desquiciado? —inquirió en voz baja viéndolo seguir comiendo como si todo estuviera bien.

—Es mi reino, Erein, todo aquí gira en torno a mis reglas —contestó dejando los cubiertos a un lado y viéndolo fijamente. Erein miró a la mujer, sus ojos tristes pero le sonreía a los niños mitad minotauros. Se le hacía conocida, ¿pero de dónde?

— ¿Y estos...niños?

— ¡Ah! Mis hijos, de los tanto que he tenido —estiró la mano hacia la mujer y luego se la llevó a la boca, dejando un suave beso—. Lin, Lier y Leopoldo

— ¡Ah! Mis hijos, de los tanto que he tenido —estiró la mano hacia la mujer y luego se la llevó a la boca, dejando un suave beso—. Lin, Lier y Leopoldo

— ¡Nosotros no podemos tener hijos!

—Con las mortales no, pero aquí en mi reino sí.

—No te estoy entendiendo.

—Salgamos, te haré un recorrido del infierno —se puso de pie, arregló el traje oscuro y luego se acercó para dejar un beso en la cabeza de cada criatura, que seguían comiendo, como si todo ahí fuera normal. El dios del mar vio los ojos oscuros de la mujer, como si pidiera ayuda, y ahí la recordó, ella era el amor de aquel guerrero que luchó contra los dioses ¡Liev la robó para él!

A medida que descubría ese lugar, podía notar que estaba tan podrido como el corazón de su hermano, que no era algo bueno, que no era tan bueno como él por siglos pensó. En su cabeza Liev seguía siendo un pequeño niño asustadizo, pero ahora podía ver que no, y ahora podía confirmar que él fue quien lo manipuló.

Liev avanzó y abrió unas puertas grandes de acerco, el dios del mar lo siguió, con cautela, manteniéndose a la expectativa por si salía un ataque inesperado. Antes de llegar, había pedido que protegiera su corazón, que lo envolvieran con agua, que nada cruzara para que no volviera nunca más hacer manipulado, y mucho menos por el dios del infierno.

El sol lo golpeó y tuvo que colocarse la mano encima de la frente para protegerse del sol, cuando sus ojos se acostumbraron, pudo visualizar un lugar muy parecido a la isla con la diferencia que era pequeño, había animales yendo de un lado a otro, incluso perros. Había una pequeña banca y desde ahí se tenía una perfecta vista del mar, todo muy detallado, como si quisiera tener algo de la tierra en su propio infierno.

— ¿Qué es esto?

—Mi reino.

— ¿Cuándo lo cambiaste tanto?

—Ah, eso fue desde que Elan dejó de venir al infierno, le dolía tanto pisar este lugar, que aproveché para cambiarlo —Liev desabrochó el saco azul marino y se sentó en el banco, Erein aun indeciso lo acompañó. Se sentó y admiró el mar, la calma que ni por asomo tendría—. Elan fue el primero en romper las reglas.

— ¿De qué estás hablando?

—Elan desde el cielo vio a joven doncella, la seguía cada que podía y se fue enamorando —explicó y Erein se sorprendió ante aquella contestación—. Cuando ella cumplió la edad adecuada para casarse, su corazón no pudo soportar verla comprometerse con alguien más, ¿sabes lo irónico de la vida?

— ¿Qué?

—Que les dio la bendición mientras su corazón se hacía pedazos —Liev sostenía en sus manos una pequeña flor, le fue quitando hoja por hoja, con lentitud, como si le doliera hacer eso—. Ella se casó, tuvo hijos y siempre le rezó a Elan, de hecho, los altares más bonitos se los hizo ella.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now