ÉL SUELE ARDER

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Erein estaba furioso, así que cuando llegó a su reino rompió todo a su paso, incluso piezas que habían sido regalos de sus hermanos, estaba temblando y su corazón golpeaba con una desesperación que lo enloqueció.

¡Él había despertado hace treinta años y había secuestrado a Agni!
¿Cómo era eso posible? Él no podía recordar nada, ni siquiera que hubiese despertado, sus últimos vagos recuerdos los tenía presente, eran como una pesadilla perpetua, tan cruel y tan real.

— ¿Qué es lo que ocurre? —Elan se había presentado frente a él, sus ojos estaban oscuros, tristes e incluso vacíos. ¿Tal vez le afectaba todo lo que había ocurrido?

— ¡Has mentido! Lo has hecho todo este tiempo y me has dejado como un idiota frente a todos —susurró con los ojos cargados de tristeza, Erein tomó el tridente con furia y lo golpeó contra la tierra haciendo que el mar se volviera más violento de lo normal, incluso el cielo se oscureció en aquella parte que cubría el mar.

Las pequeñas olas que habían estado rompiendo en la orilla, ahora se habían retirado para volverse más grande y violentas. Erein ni siquiera se había dado cuenta de aquello, Elan al notar la ira en su hermano; colocó su mano en el hombro de éste, tratando de calmarlo, pero nada parecía hacerlo.

— ¿De qué estás hablando?

—Tú nos prohíbes caminar por la tierra pero tú lo haces, recorres los bosques, la tierra y el infierno, como dueño y señor ¿Qué pasa con nosotros los tontos?

—No eres tonto, no digas eso.

— ¿No?

— ¡No! —Siseó Elan—. Soy el Dios mayor, el líder, es mi deber recorrer estos lugares para saber cómo está todo. ¡Si hay equilibrio!

— ¿Solo tú puedes hacerlo? ¡Yo tengo más poder que tú! —masculló Erein, cerca de donde estaban había una pequeña isla de refugiados, de más de cien habitantes que vivían haciéndole culto a Elan únicamente ya que él fue quien les dio refugio, aunque la tierra y el bosque fue Maua y Solda, pero ellas no recibieron consideración por eso.

—Es cierto hermano, eres poderoso y tanto como yo. Recuerda que naciste un año después, en la misma temporada y bendecido con las mismas aguas que yo —le recordó—. Pero fui elegido para protegerlos, y para cuidar de este mundo, como tal deben obedecer las reglas que impuse.

—Tal vez Maua tenía razón...

— ¿Razón de qué?

—Para ti somos solo mentecatos que hacen tu trabajo y ante los demás quedas como el dios misericordioso ¡Eso no es justo! —gruñó y Elan se sorprendió por la franqueza y dureza en la que hablaba su hermano.

— ¡Eso no es cierto! —exclamó asustado y Erein sonrió, los ojos se oscurecieron, ladeó la cabeza y una sonrisa burlona curvó sus labios. El dios del mar siempre fue uno tranquilo, calmado y que daba paz, pero el hombre que tenía al frente no era ni la sombra de lo que Elan conocía perfectamente.

Erein siseó retrocediendo con el tridente arrastrándolo por la arena hasta que se sintió más ligero cuando tocó el mar, avanzó y luego volvió a sonreír. El cabello negro como la noche cayó en su frente por el fuerte viento que corrió, no era temporadas, pero una segunda vez lo alertó.

El dios del mar soltó una carcajada y levantó sus manos junto con el tridente para crear grandes olas que superaban las normales, oscurecidas por la ira del dios. Tan altas, tan grandes que los ciudadanos de aquella pequeña isla empezaron admirando y terminaron gritando, asustados. Elan le gritó que se detuviera, que parara, pero Erein volvió a reír y soltó las olas arrasando con aquella pequeña isla, volvió a crear otra para que azotara con fuerza llevándose consigo a los inocentes que estaban ahí.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now