ALGO DE PAPEL

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Agni empezó a toser cuando salió de la superficie, quiso soltarse de lo que la tenía atada, pero fue imposible. El agarre era demasiado fuerte, miró a ambos lados, viendo a dos hombres morenos, grandes, pero luego miró para atrás y vio la cola que tenían.

No era una casualidad estar ahí y siendo sostenida por dos tritones fuertes y con facciones duras, salvajes, aquello último la estremeció. En el mar, en el territorio de él, era difícil de defenderse pero no imposible. Cuando una de las criaturas la soltó, ella se sacudió golpeando el rostro de ambos e intentó escapar, un intentó que duró segundos, porque al instante que se zambulló; fue sacada envuelta en una cárcel con fierros gruesos de agua, y cuando quiso atravesarlo, se dio cuenta que eran más fuerte que el mismo acero.

Cuando levantó la mirada, se encontró con un gran barco, un clásico, de los primeros que se hicieron, pero bonito. Alrededor del barco habían hombres y mujeres, todos serios, viéndola con recelo, e incluso con odio. Los ojos de la muchacha fueron directamente hacía el Dios que estaba a unos metros suyos, llevaba un sombrero de pirata y vestía nuevamente de negro, con una gabardina que arrastraba. Él estaba sonriendo, pero no de una manera amable. ¿Qué ocultaba? Quiso preguntar, pero se calmó y espero pacientemente que él hablara.

Erein movió las manos y Agni fue liberada cuando estuvo encima del barco, la joven se sostuvo de él cuando tambaleó, pero a los segundos se soltó como si él quemara. Miró alrededor, el público expectante, y eso la irritó.

—Pudiste ir a buscarme, ¿sabes que Zigor buscará la forma de llegar a ti? —inquirió la joven bajando la mano para tantear si sus cuchillos estaban, y sí, efectivamente estaban ahí.

Ya no confiaba en aquel Dios mentiroso, él estuvo despierto, algo hizo y eso la asustaba. Que deidades recorran la tierra sin permiso, y a su conveniencia no recuerden, era algo que le hacía ruido. Al final al cabo fueron llamados en algún punto; mentirosos, ¿Qué los excluía ahora?

—Ah, pero no sería tan divertido. ¿No crees? —inquirió juguetón y la joven apretó los labios viéndolo—. ¿Qué hacían en mi tumba? ¿Qué buscas, Agni Brais?

—Solo hago mi trabajo —señaló la muchacha, al ver que todos la miraban, empezó a caminar por el barco, viendo símbolos de él, dibujos y palabras en su lengua. Le gustaría mucho estudiar ese barco, lo que encontraría, lo que expondría.

Caminó hasta que estuvo lo suficiente alejada del Dios y luego activó el GPS que llevaba en su cinturón, así Zigor daría rápido con ella, esperaba que lo hiciera. Podía luchar con el Dios, dar tiempo, pero no sabía si podía con las criaturas.

— ¿Tu trabajo? Hasta donde escuché, los Brais no saben, solo es un secreto de Zigor y tuyo. —El Dios la siguió, ella lo miró sobre el rabillo del ojo cuando golpeó el suelo y luego movió la mano apareciendo de golpe su tridente, la joven se giró admirando su arma. Era igual a la fotos, la réplica podía pasar por suya, por eso siempre se habían mantenido en secreto—. ¿Qué encontraste que los tenía tan felices?

—Zigor y yo somos siempre felices —ella bromeó sin sonreír y un ronco gruñido escapó de la garganta de Erein, quien alzó las cejas esperando una respuesta más sincera—. Estamos averiguando, tú quieres la verdad, y yo también. Estamos del mismo lado.

—Mientes bien, pero no lo suficiente para engañar a un Dios —dijo Erein caminando hacia ella con el tridente, lo sujetó con fuerza y luego la señaló con el arma—. Habla, Agni, mi gente no será tan misericordiosa como yo.

—Has mentido este tiempo, todo, aunque también te doy el beneficio de la duda —contestó y el Dios la vio fijamente—. Hay secuelas en tus recuerdos, incongruentes, pero es imposible que un Dios sea controlado. ¿No es así?

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now