¿QUÉ ME DICES?

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Erein había estado en el museo, había visto como Agni se movía alrededor como una reina, porque lo era, y como explicaba y hablaba sobre historia en general. Parecía estar en su mundo, ese que dentro de todo la hacía feliz. Había querido acercarse tantas veces a ella, o quedarse a su lado sin decir una palabra como lo había hecho en las últimas semanas.

La noche anterior había sido de las mejores, y no porque pasó algo increíble, no, sino porque ella estaba siendo una pequeña niña como nunca se había permitido ser.

Estaba recostado en la cama, con los brazos en el cuello mientras la veía moverse de un lado a otro, ahora su pierna estaba bien, solo le quedaba una pequeña cicatriz que poco a poco se iría desapareciendo.

La vio colocar varios vestidos en la cama y uno cayó encima de su cuerpo, él se quejó y ella lo miró desafiante pero con un brillo que no había visto antes, él le regaló una sonrisa sincera mientras se ponía una cinta en la cabeza que ella había tirado, ella negó divertida y se alejó, entró al baño con un vestido y salió con ese puesto.

Erein tuvo que acomodarse en la cama y mantener la boca cerrada al verla tan hermosa, con el cabello regado en la espalda y moviéndose de un lado para otro en el espejo, viendo qué tal le quedaba, y si le hubiese preguntado, tontamente contestaría que todos le quedaban muy bien.

Fueron cuatro vestidos hasta que se quedó con el más bonito, probó maneras de llevar el cabello y él se fijó en toda la tinta que tenía regada en su piel, la forma en la que parecían haber sido complemento para su belleza. Quiso ponerse de pie, quiso estar lo suficiente cerca para saber a qué olía y también quería saber si ella se lo permitía. Pero no, la muchacha se miró al espejo y él se quedó en la cama, admirándola, y cuando ella lo veía de reojo, Erein trataba de desviar la mirada avergonzado.

—Te ves muy bien.

—Silencio —siseó la muchacha con media sonrisa y Erein levantó los brazos para después fingir que estaba durmiendo.

Así fue esa noche, larga, y no pudo admirarla por mucho tiempo dormir, pero cada segundo cerca sin que ella quisiera matarlo, fue avance, un logro, una probada de algo de paz que no tenía desde que había despertado. Agni era frescura después de días llenos de lluvia, y esas emociones que ella despertaba le asustaba, por eso las estaba escondiendo muy bien, porque sabía que si daba un paso en falso, la perdería y en el proceso también lo haría él.

¿Esas eran las emociones de las que hablaba su hermana? El caminar entre mortales era aprender a mentir, a ser como ellos, aprender y sentir los pecados, aprender a engañar y amar incluso, la arma de doble filo como ella lo decía, le dijo que se cuidara pero no previó eso. Estaba claro que se había protegido de todo, menos de eso.

Esa noche había buscado un buen traje y cuando llegó a la casa de ella, Agni no estaba, así que fue lo suficiente rápido para poder llegar al museo y verla llegar del brazo de su hermano, él sosteniéndola como si fuera su mayor tesoro, y así era. Ella opacó a más de una, ella sonrió y enamoró a más de uno, incluso Liev quedó maravillado con ella, pudo verlo en sus ojos y quiso gritarle que no la viera. Que no lo hiciera, que Agni estaba prohibida.

La hora trascurrió lenta hasta que él mismo pudo jalarla cuando ella estaba cerca del corredor, la joven la miró con seriedad, él le sonrió viéndola de pies a cabeza, e incluso ella misma lo hizo.

— ¿Qué haces aquí? —ella inquirió volteando repetidas veces hacía atrás, temiendo que sus hermanos, abuelo o padre podrían verlos. Si se enteraban que ella estaba teniendo comunicación con el Dios, la interrogarían y todo saldría de control—. ¡Erein!

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now