NO TE QUIERO CERCA

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Les habían dado una habitación a cada uno, en conjunta y Enzo había aprovechado para avisarle a su padre sobre lo que estaba sucediendo, por ahora el museo quedaba en sus manos, al igual que sus actividades, por el momento cubrirían sus ausencias con grandes historiadores de la universidad, por un tiempo al menos, las preguntas llegarían y Héctor diría que fueron hacer una excavación los tres.

Agni se había bañado y tomado ropa que le había entregado, una camiseta sin mangas y pantalones sueltos, de tela con manchas marrones oscuras. Se ató el cabello y salió de su habitación con la mochila donde estaba el corazón de Maua, su hermano le dio el encuentro, vestido de la misma manera. Ambos apenas habían hablado, se había turnado para estar cerca de Zigor. Era preocupante que en un mes los dos hermanos hubiesen salido heridos, agradecía que no con gravedad.

Avanzaron por el amplio pasillo y para los dos no pasó desapercibido las miradas que obtenían eran demasiado obvias. Enzo se preguntó cuánto tiempo su abuelo había tenido ese lugar guardado, ¿y esas personas? No reconocía a ninguna y quería saber exactamente de qué lado estaban.

—Hola, ¿Cómo durmieron? —la mujer que se llamaba Andrea preguntó. Estaba sentada en aquella fría oficina, revisando todo lo que había pasado la noche anterior, mientras que el moreno llamado Coll estaba escuchando las grabaciones.

Ambos hermanos miraron la habitación y no se sorprendieron cuando vieron una foto grande de su abuelo con otro hombre, sonriendo feliz como si haya obtenido una de las recompensas más grande.

Viejo infeliz. Agni solo podía pensar en el daño que él le había causado a su hermano, ¿qué tal podrido debía estar para hacerle eso a su hermano? ¡Era pequeño! ¿Qué lección le quería dar? Solo con recordar eso, su corazón se hacía pequeño, y dolía.

—Queremos ver dónde está el corazón de Elan —musitó Enzo con exasperación, ambos se miraron y luego la mujer miró a su hermano, como si en cualquier momento quisiera darle un golpe—. Ahora.

—Como ordene, señor. —musitó la mujer. Se puso de pie, alisó su ropa y le pidió que la acompañaron, el moreno también se puso de pie, la presencia de esos dos empezaba a incomodarlos, no confiaba en ninguno de los dos.

Avanzaron, ellos dos hablaban y bromeaban, pero los hermanos iban serios. Después de un rato se detuvieron frente a una habitación que pidió escáner, ella configuró para que ambos hermanos entraran cuando fuera necesario, aquello tomó tiempo, pero los Brais fueron pacientes, era eso o dejarles el mayor tesoro a dos desconocidos que recorrían las instalaciones con aire de dueños.

Cuando ingresaron, la seguridad era mayor y en el centro estaba cuatro domos de cristal con su respectivo dueño, pero ahora solo estaba el de Elan, pálido y hasta parecía de piedra. Enzo se apresuró a revisar la habitación, vio las cámaras que apuntaban hacía los corazones y luego cuando se alejó, vio cómo se activó otro método de seguridad. Era verdad, ahí los corazones estaban seguros, el problema es que ninguno de los hermanos querían dejar los corazones a la deriva.

Agni después de pensarlo y porque sabía que no era seguro andar con el corazón en su mochila, fue y Coll la siguió, abrió la caja de cristal y la Brais colocó el corazón con cuidado ahí. Un color diferente, estaba segura que (...) pero dejó eso de lado. Sacudió la cabeza y se hizo a un lado, todos lo hicieron.

—Aquí estarán muy seguros, éste lugar fue comenzando un siglo después de que los dioses se durmieran —el moreno explicó, para Enzo no pasó desapercibido la forma en la que miraba a su hermana, sabía que esas horas en las que ellos descansaron, estos investigaron, algo le gustó—. La familia Brais lo fue reforzando con lo que tenía a mano, una opción segura para proteger los corazones, permitiendo así que hoy por hoy no sea un lugar rastreable, ni siquiera traspasado por ellos. Nadie sabe dónde está y si los dioses llegan, hay una orden de acabar con los corazones.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now