CRISTAL Y HIERRO

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— ¡Ella ni siquiera responde mis llamadas! —Agni exclamó enfurecida, dolida por la actitud de su amiga de toda la vida, Bel se rehusaba a verla e incluso no abría la puerta de su casa cuando iba a verla. ¿Cómo era posible? ¡Estaba llevando a sobrino en su vientre!

—Agni, amor, ella tiene sus razones.

Zigor miró a su hermana, vio como sus ojos se cristalizaban. Ella nunca lloraba, nunca o al menos frente a él y su padre, así que hizo lo que nunca en su vida había hecho por nadie. Él tiró de su mano y la pegó a su pecho mientras su pequeña hermana lloraban desconsoladamente, se preguntó si lloraba porque su mejor amiga no había tenido la confianza de confesarle que estaba embarazada, porque tenía sentimientos por alguien, o por todo lo que había sucedido últimamente.

Pero aun así la abrazó fuerte, bajó su cabeza y dejó su beso en su cabeza, recogiendo su aroma a margaritas. La sujetó con fuerza, viéndola temblar como niña pequeña y no la soltó, en ningún momento. Su padre y Enzo salieron de la habitación y por ende de la casa. Así que lentamente se recostó en el sillón y ella cayó en su regazó, llorando, y sin dejar de hacerlo. Se presionaba el pecho, como si algo ahí doliera mucho.

Quisiera poder tener el poder de sacar aquel trozo que le hacía daño, que la estaba rompiendo, ¿pero cómo podía ayudarla?

—Ya pasó, oruga, ya pasó —la llamó con el apodo que solía darle cuando era pequeña, para molestarla, pero esta vez lo hizo de forma cariñosa. Agni se aferró a su cuerpo, como si necesitara soltarlo todo de golpe para seguir peleando, así que él le dio su hombro.

No supo cuánto tiempo estuvo así, hasta que su hermana levantó la mirada, los ojos apagados y la tristeza impregnada en su rostro.

—He estado yendo al psicólogo —murmuró en un suave susurro, eso a Zigor le sorprendió ya que ellos eran preparados para que sus mentes fueran fuertes, y nunca flaquearan—. Zigor, matar tan jóvenes acabó con nuestra humanidad, y eso me persigue. El ultimo detonante fue matar un tritón que tenía familia, ¿Qué clase de bestia soy yo?

—Ninguna. Era tu vida, o la suya, yo no estoy dispuesto a perderte —expresó tomando sus manos lastimadas por el entrenamiento diario que ella tenía—. No sé qué pasa por tu cabeza, pero tengo claro que los tres estamos dañados, por eso mismo nos hemos mantenido alejados de personas, de amar, porque lo que nos rodea no es sano para nadie.

—Zigor...

—Lo sé —contestó—. Sé que te has enamorado del dios, incluso antes de que él despertara.

— ¿Por qué nunca me dijiste nada?

—Porque era lo que te hacía humana, te hacía sonreír. Lo estudiaste por años, creciste y solo podías pensar en un dios que se supone jamás despertaría —explicó con suavidad—. Pero él está aquí y tú debes obligarte a no amarlo.

— ¿Y cómo se hace eso?

—Sacándolo —bromeó por primera vez y ella sonrió de una manera bonita—-. Tienes que concentrarte en nuestra misión, no en tus sentimientos. Debes descartarlos.

—Suena demasiado fácil.

—Es difícil pero necesario. —Finalizó ese tema y luego le entregó a ella un pañuelo—. Respecto a Bel, será complicado pero tendré que convertirla en mi esposa, y que ella aprenda sobre este mundo y que el niño se criará así.

—Es algo muy injusto, ¿no lo crees? —la muchacha preguntó sentándose a su lado, tomó el pañuelo y empezó a limpiar su rostro, suave, quitando cualquier rastro de llanto.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now