Parte 44

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PARTE 44

Una vez Armando logró salir del estado de estupor e incredulidad en que lo habían sumido las palabras de Marcela, fue a buscar a Betty; quería hablar con ella sobre el embarazo, preguntarle si era cierto y si lo era, preguntarle por qué no se lo había contado, por qué no había confiado en él.

Sin embargo, se la encontró tan nerviosa, que ni siquiera se dio cuenta que él había ingresado a la oficina.

En la mano tenía una tostada con lo que le pareció queso crema y mermelada, ya le había dado una mordida, pero su mano se notaba algo temblorosa mientras que con su mano libre trataba de escribir algo sin conseguirlo.

Al final, pareció darse por vencida, pues soltó un gemido lastimero, bajó la mano con la tostada hacia el escritorio y su cabeza siguió el movimiento hasta que estuvo con la frente apoyada sobre el escritorio.

—Tranquila, Betty, tranquila, él no sabe nada, no tiene forma de saber nada, tranquila —Murmuraba suavemente sin levantar el rostro del escritorio, logrando, sin querer, que Armando se viera inevitablemente inundado por un ataque de ternura al verla así, tan inocente y dulce que, a pesar de la culpa que también lo embargó, sabiendo que él era responsable de su preocupación, le arrancó una sonrisa antes de que él mismo se diera cuenta.

Caminó suavemente hasta que estuvo junto al escritorio y se sentó frente a Betty, indeciso sobre si debería hablarle sobre lo que había descubierto, o si tal vez sería mejor esperar a que ella misma se lo cuente. Al final, la vio tan preocupada, que decidió dejarlo para más adelante y en su lugar optó por tranquilizarla.

—Betty —La llamó suavemente, sorprendiéndola y logrando que ella levante la cabeza abruptamente.

—¿Doctor? ¿En qué momento entró? Disculpe, no lo había notado —Dijo Betty sorprendida, pero apresurándose a organizar su escritorio.

Dejó la tostada en el platillo e hizo a un lado su taza de café para evitar hacer un desastre debido a sus nervios, aunque si era sincera consigo misma, tendría que reconocer que lo que quería realmente, era retrasar el momento en que tendría que mirar a Armando directamente a la cara después de lo que había sucedido con el doctor Valencia.

—No se preocupe, Betty, Daniel no sabe nada sobre lo sucedido, probablemente sólo estaba haciendo una de sus locas suposiciones —Le dijo Armando con una sonrisa divertida en los labios, tratando de tranquilizarla—. Aunque usted no lo crea, él y Marcela son bastante imaginativos, sólo que, por lo general, Daniel es más centrado, no se deja llevar únicamente por rumores o suposiciones, necesita pruebas sólidas para creer en algo y más para darlo por hecho.

»Probablemente Marcela le ha estado dando quejas de mis supuestas infidelidades y últimamente de la falta de ellas. Al igual que Marcela, Daniel nunca creerá que no tenga ninguna amante, por lo que, seguramente, Daniel decidió que, ya que no tengo una amante fuera de la oficina, debe ser porque la tengo dentro y ya que usted es la única persona con la que paso mi tiempo en la oficina, hizo esas suposiciones. Pero no se preocupe que son sólo eso, suposiciones, así que no se lo dirá a nadie.

»Conociéndolo, debe estar feliz de que su hermana se haya librado de mí, así que no dirá nada por miedo a que Marcela encuentre la manera de arruinar mi romance y termine regresando con ella —Terminó de explicar, sabiendo que sin importar cuanta rivalidad haya entre él y Daniel, para Daniel el bienestar de Marcela siempre iría primero, así que incluso si quería burlarse de él, no se atrevería por miedo a que él regrese con Marcela, aunque sea por venganza contra él.

Daniel sabía lo difícil que había sido para él romper su compromiso con Marcela; tal vez no entienda del todo lo que estaba pasando emocionalmente, pero lo conocía lo suficiente como para saber lo mucho que esta situación estaba afectando su vida en general, por lo que si realmente creía que Betty era su amante, Daniel sería el último en ponerle trabas para evitar que se acojone y decida renunciar a Betty, ya que en ese caso, regresar con Marcela sería más fácil para él.

FEA, PERO NO ESTÚPIDAWhere stories live. Discover now