4. Su isla

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Caí directamente a la tierra, aún tenía las manos atadas así que me levanté como pude mientras Pan y Félix estaban de pie junto a mí. Sin ayudar, como los hombres caballerosos que eran.

—¿No podrías ser amable por una vez? —gruñí limpiando la tierra que tenía en la cara.

Peter Pan se limitó a dedicarme una mirada de altanería, desprendiendo esa aura de superioridad que parecía siempre estar acompañándolo. Se dio la vuelta y comenzó a caminar mientras Félix lo seguía de cerca, el rubio parecía rehuir mi mirada.

—Camina —me ordenó el castaño, sin detener su andar.

Rodé los ojos pero terminé por seguirlos, acepté de mala gana la idea de que después de todo estaba en una isla en algún universo o mundo alterno. No podía intentar escapar en un lugar que Pan quizás conocía como la palma de su mano, él me encontraría rápidamente.

Nos adentramos en la jungla, atravesamos varios árboles y arbustos hasta llegar a un especie de campamento improvisado.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, Clarisse —dijo Pan envolviendo el lugar con un movimiento de su muñeca.

Dirigí mi mirada hacia el suelo donde algunas armas de madera estaban dispersas, no me pareció un lugar muy acogedor.

—Hogar temporal —lo corregí—, mi padre vendrá por mí más rápido de lo que crees.

—Yo sé que Rumple es muy capaz, pero también sé que vendrá con su pandilla de ineptos. Ellos lo retrasarán lo suficiente.

—¿Lo suficiente? —murmuré sin entender.

—Lo suficiente para que cuando vengan por ti ya no te quieras ir de mi isla —dijo con una sonrisa de suficiencia.

Ignoré lo ridículo que se había escuchado al decir que la isla era de su propiedad y opté por fastidiarlo un poco con ello.

—Dudo que quiera quedarme en este lugar tan horroroso —dije mirando a mi alrededor con desprecio.

Pan me dedicó una mirada asesina, estaba ridículamente ofendido por mi comentario.

—Fíjate con qué palabras te refieres a mi isla —masculló con los dientes apretados.

Alcé una ceja, lo miré escéptica.

—¿Acaso tú eres el dueño?

—Esta isla me pertenece y todo lo que hay en ella.

Alcé mis cejas y sonreí a sabiendas de haber logrado mi cometido, Peter Pan estaba casi echando humo por las orejas.

—Vaya, deberías presentarme a tu agente de bienes raíces —me burlé.

—¿Qué es eso? —dijo Félix confundido.

Recordé que los chicos vivían en un lugar mágico y que no entenderían conceptos modernos, tenía que buscar formas de fastidiar a Peter Pan con palabras que él lograra entender.

—Es una persona que se encarga de cotizar una venta o compra de algún terreno —le expliqué al chico rubio.

Pude ver en su rostro que él seguía igual de confundido, por otro lado, Pan no quitaba su expresión de enojo.

—Olvídalo —dije dándome por vencida—, lo diré en términos que entienden: ¿acaso tú eres el rey aquí?

—En Neverland no existen los reyes —dijo ceñudo—, claro, excepto yo.

—Claro, como digas —asentí restándole importancia.

Pan resopló exasperado y miró a Félix.

No te pertenezco Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora