49. Secreto a voces

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El amor en sí ya era un sentimiento complicado para personas comunes y corrientes, no era algo que cualquiera entendiera o pudiese manejar por lo que la visión de Peter tal vez no era la misma que yo tenía. Yo no amaba a cualquier persona, amaba a uno de los villanos más oscuros y poderosos que existían. Le había entregado mi corazón a aquél al que llamaban demonio sangriento, le había obsequiado mi cuerpo y alma a Peter Pan.

En muy poco tiempo había creado la enorme necesidad de estar con Peter, estaba aferrada a ese sentimiento y era algo tan fuerte que ya no podía imaginarme la vida sin él. Se suponía que el amor eran sacrificios, a veces se debían sacrificar algunas cosas para estar con la persona amada y yo estaba dispuesta a pagar el precio.

La cuestión no era si realmente lo amaba o no, yo sabía que mi corazón no estaba equivocado cada vez que latía sin control cuando Peter se acercaba y tampoco era un error la cálida sensación de estar completa en cada abrazo que él me daba. Lo que no dejaba de preguntarme era si Peter realmente me quería o sólo era parte de un elaborado plan de venganza.

Conforme caminaba de regreso al campamento tenía la sensación de adentrarme en la oscuridad, los colores verdosos y brillantes lucían cada vez más apagados. El ambiente a mi alrededor parecía oscurecerse conforme escuchaba la voz de Henry susurrándome al oído cada una de las palabras que me había dicho sobre Peter, mi ingenuo corazón no quería creer lo que en mi mente cada vez parecía tener más lógica.

Peter siempre me había parecido enigmático y volátil, cada acción parecía ser elegida al azar por lo que no era común que me cuestionara el porqué actuaba o hacía cierta cosa. No pensé en los hechos, jamás le pregunté qué había pasado o cuál era la razón para que de un minuto a otro admitiera estar enamorado de mí después de rechazarme tantas veces.

En ese momento recordé todas aquellas metáforas sobre corazones que parecían tener más transfondo que simple romanticismo, las excusas de Peter diciéndome una y otra vez que nuestro amor sería trágico, las advertencias de Félix y sin mencionar el hecho de que no sabía porqué todos en Storybrooke lo habían dado por muerto.

Me negaba a creerlo, él no podía haber fingido sus sentimientos durante todo ese tiempo. Le había costado aceptarlo pero Peter me quería, ¿o no era así?

—¿A dónde crees que vas?

Me detuve al oír aquella voz que desprendía fastidio, el acento británico fue algo que no pude pasar por inadvertido. Parpadeé saliendo de mi trance, miré a mi alrededor y me llevé una sorpresa al encontrarme en otro lugar que no era el campamento.

—¿Todas las chicas son estúpidas, cierto? —se burló la voz masculina.

Me giré para observar al dueño de aquella voz, encontrándome con un chico mayor; su cabello era oscuro, ojos azules y tenía rasgos afilados. Lo reconocía por haberlo visto un par de veces entre los niños perdidos, era uno de los gemelos.

—Estás a punto de entrar a una de las áreas más oscuras y tenebrosas de la isla, lo que me dice que no sabes que morirás a manos de las sombras o que quieres suicidarte. Por tu cara —dijo escaneando mi rostro—, creo más la segunda opción. En tu situación, debo decir que sólo era cuestión de tiempo.

Me llevé la mano a mis mejillas para limpiar todo rastro de lágrimas, no había sentido en qué momento exactamente había comenzado a llorar pero en esa situación era normal que me volviera muy susceptible a actuar como Magdalena.

—¿Sombras? ¿A qué te refieres? —murmuré con voz ronca.

—Técnicamente, en ese lugar vagan las sombras de algunas de las personas que Pan ha matado. Casi como fantasmas —me explicó—, sólo que aún muertos siguen estando bajo sus ordenes.

No te pertenezco Peter PanWhere stories live. Discover now