6. Sin modales

34.1K 2.9K 1.8K
                                    

El hecho de que Peter Pan tuviera magia negra no me intimidaba en lo absoluto, por el contrario, gracias a mi padre había logrado acostumbrarme a verla como algo cotidiano. Lo único que me asustaba era que él tuviera habilidades telepáticas, lo último que quería era que alguien entrara a jugar en mi mente y dispusiera de mi memoria a placer.

—Yo nunca te dije eso —murmuré con cautela.

—Sé más de lo que te imaginas, Clarisse.

Su aliento golpeaba en mis labios haciéndome tragar saliva, su cercanía en ese momento me resultaba demasiado intimidante como para lograr disimular.

—Mientes —dije sin evitar que me temblara la voz.

—Sé que estás harta de tu vida perfecta y monótona, donde no pasa nada interesante. Incluso sé que esto es lo más excitante que te ha pasado en toda tu vida.

Sus expresiones faciales me inducían a pensar que estaba coqueteando conmigo, sus gestos, movimientos y voz le daban un toque cautivador a sus palabras.
Me limité a mirarlo con asombro y sin encontrar la voz en mi garganta, nunca lo hubiese admitido pero lo que decía era cierto. Todo era cierto.

—Es una lástima que seas hija de Rumplestiltskin —dijo inhalando cerca de mi cuello—, sé que hay algo más que deseas hacer desde hace meses.

—Me das asco, Pan —gruñí.

Me miró enarcando una ceja con interés, pareciendo no creerme una sola palabra y evaluando mi sinceridad. Se acercó peligrosamente a mis labios sin que su mirada intensa vacilara en ningún momento e instintivamente cerré los ojos.
Nuestras respiraciones se mezclaban por la cercanía, incluso pude apreciar el olor amaderado que desprendía junto con otra esencia que no logré distinguir.

—No lo parece, muñeca —dijo en voz baja.

Abrí los ojos sintiéndome humillada y traicionada por mis propios reflejos.

—Idiota —mascullé.

Una media sonrisa se dibujó en su rostro e inclinó su cabeza, parecía demasiado divertido con la situación.

—Yo no evité tener sexo con alguien como si mi vida dependiese de eso, a pesar de que esa persona insistiera por meses. Tampoco estoy con alguien que rechace tener contacto conmigo, como si le diera asco mi presencia ¿en serio yo soy el idiota? —dijo en tono burlón.

Sentí que el alma se me cayó al suelo ante tal declaración, cada una de sus palabras habían sido como una bofetada. Se había burlado de mí en muchos aspectos, nunca nadie me había hecho sentir tan humillada.

Se alejó con una sonrisa de autosuficiencia, pareciendo complacido con lo que había logrado y sin esperar una respuesta de mi parte. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar en dirección contraria, dispuesto a irse.

—Por cierto —se detuvo pero sin girarse—, esa ropa no te queda nada bien así que lo arreglaré cuando regrese.

Dicho eso se largó, dejándome atada al árbol y expuesta a cualquier peligro. Por ejemplo; animales hambrientos, insectos molestos, niños perdidos que quisieran jugar a cortar extremidades, etcétera.

—Genial —dije con fastidio.

No llevaba una hora en Neverland y ya estaba desesperada por irme. Era insoportable, en realidad, el lugar parecía fantástico pero Peter Pan era el insoportable.
El británico idiota era un cretino, mal educado, desconsiderado, sin respeto por el espacio personal y se creía la octava maravilla.

Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuántas horas llevaba atada al árbol pero me pareció estar siglos. Mi estómago comenzaba a gruñir y no había nadie cerca a quién pedirle algo de comer, estaba sola en el campamento.

No te pertenezco Peter PanWhere stories live. Discover now