Epílogo

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Dedicación especial a: Todas aquellas personitas que siguieron esta historia, a quienes llegaron a quererla, sentir cada palabra. Ustedes saben quienes son, mil gracias.

La primera vez que me enamoré fue de un chico engreído, la constante tensión entre nosotros nos atraía por alguna razón. La segunda vez fue de un chico dulce, amable y con un corazón de oro.

Sabes que estás enamorada cuando sientes un anhelo constante, una necesidad constante de estar todo el tiempo con esa persona. Sin embargo, a veces no es suficiente el amor para permanecer juntos.

La vida suele ser cruel, alejar a la gente de nosotros, dañarla, e incluso se la lleva para siempre. Cuando realmente amas, esos momentos de separación y pérdida nos abruman hasta el punto en el que queremos dejar de sentir. A veces olvidamos lo mucho que amamos hasta que la vida nos obliga a recordar.

Esa mañana comenzó con un almuerzo familiar, había despertado temprano para sorprender a mis padres. Incluso hice huevos a la canasta, era el almuerzo favorito de papá.

Coloqué algunas flores para adornar la mesa, sonreí orgullosa de mi obra maestra, sentí que mis maratones de programas gastronómicos al fin daban sus frutos. Mi madre fue la primera en llegar a la cocina. Observó la mesa y me miró extrañada, se cruzó de brazos dedicándome una mirada acusatoria.

— ¿Volviste a chocar el auto de tu padre?

Negué con la cabeza, me limité a sonreír mientras servía té en la taza preferida de mi amada madre. Ella lo recibió pero no dejó de mirarme con recelo, me conocía y sabía que estaba tramando algo.

Mi padre llegó después de algunos minutos, acompañado de su periódico, alzó una ceja al ver los variados platos con diferentes preparaciones que estaban en la mesa. Se llevó una mano a la frente, denotando disgusto.

— ¿Volviste a competir con el pirata? Clarisse, apenas me habían entregado el auto —me reprochó.

Rompí en carcajadas, ambos me miraron con sospecha.

—¿Acaso no puedo sorprender a mis padres favoritos? —pregunté con diversión.

—No me agradan esas bromas —murmuró él, sentándose a la cabeza del comedor.

Me acerqué a mi padre y serví café en su taza, me senté a su lado para que los tres estuviéramos más juntos.

—Sólo disfruten de mi amabilidad —dije colocando mermelada en mis waffles—, prometo que no he vuelto a imitar a Toretto.

No parecieron creerme por completo pero no insistieron, me dediqué sólo a disfrutar algo tan sencillo como lo era comer en familia. Reímos por algunas anécdotas de mi padre, nos interesamos por la nueva lectura de mi madre y fui reprendida una vez más por tomar un año sabático.

—No quiere decir que no haré nada de mi vida —comencé a justificarme—, es sólo...

Mi voz se apagó, por alguna razón me entristecí, en algún momento de mi vida se había arraigado a mí una rara pesadumbre cada vez que pensaba en mi futuro.

—Es sólo que aún no estoy segura de que lo que deseo para mí será lo correcto.

No tenía la valentía de mi madre, no tenía la determinación de mi padre, no me sentía capaz de tomar una de las decisiones más importantes de mi vida.

—No quiero equivocarme y decepcionarlos —confesé.

Ambos compartieron una mirada, mi padre dejó su taza y me dedicó una mirada cariñosa.

No te pertenezco Peter PanWhere stories live. Discover now