11. Consecuencias

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Estábamos a una distancia considerable del campamento cuando Pan alzó una mano, todos se detuvieron en seco demostrando lo perfectamente bien entrenados que tenía a los niños perdidos. Hizo un movimiento y una jaula descendió.

—Bienvenida a tu hogar temporal —se burló Pan.

Tragué saliva mirando el objeto que tenía frente a mí, se trataba de una caja improvisada con palos y lianas. No parecía muy resistente pero deduje que era una jaula mágica, ya que no la sostenía ninguna cuerda y aún así estaba suspendida en el aire.

—Nadie la puede abrir desde afuera, excepto por mí. Lo digo por si pensabas persuadir a alguien para que te ayudara a escapar —dijo echándole una mirada a Félix.

Escuché a Félix suspirar a mi lado y puso su mano en mi cabeza para meterme a la jaula sin golpearme. Pan pateó la puerta, cerrando la jaula y haciendo que los niños comenzaran a gritar emocionados.

—¡Jaula! ¡Jaula! ¡Jaula!

Comencé a elevarme y sentí la tentación de suplicarle a Pan que me dejara libre. Yo le temía a las alturas.

—Estarás aquí hasta que aprendas la lección —sonrió—, o hasta que mueras de hambre. Veremos qué sucede primero.

Pan se dio la vuelta y se alejó con niños gritando detrás de él, todos lucían emocionados con el hecho de que una vida estaba en la balanza. Me pregunté sarcásticamente si harían apuestas sobre cuánto tiempo duraría.

Calculé que estaba a tal vez cuatro o cinco metros del suelo y no había ramas cerca de mí, no podría escapar. No quería ver el suelo pero escuché que susurraron mi nombre así que con el corazón a punto de salirse por mi garganta miré hacia abajo. 

—Clare —me llamó.

Félix seguía ahí, mirándome con inquietud.

—Voy a intentar convencerlo de que no te deje morir de hambre —dijo jugando con el borde de su capucha.

—No creo que él sea tan indulgente —contesté en voz baja.

Félix casi sonrió pero bajó la mirada.

—Lo siento, Clarisse. De verdad.

Aunque no quisiera admitirlo, sus palabras habían sonado sinceras y quería creer que lo eran. No podía culparlo por no intentar más, comprendía que él no pudiera hacer algo para ayudarme.

Yo sabía que mi padre vendría por mí tarde o temprano, Félix no podía arriesgarse por mí. Defenderme sería peligroso, se arriesgaría por una persona que no conocía realmente.

Me pregunte en quién estaría dispuesto a arriesgarse por mí, en las únicas personas en quien confiaba plenamente eran en mis padres. Ambos eran la única familia que tenía, se suponía que sólo ellos me defenderían ante todo.
Me pregunté entonces porqué estaba en un lugar extraño, me cuestioné porqué no habían hecho lo suficiente para evitar que terminara siendo la reclusa de Peter Pan.

Quería convencerme de que sólo estaban retrasados porque necesitaban ayuda de Regina, para ese punto las dudas se habían instalado en mí. Mi labio inferior temblaba, abracé mis piernas enterrando la cara en mis rodillas y permití quebrarme.

—No tardes mucho, papá —susurré con las lágrimas comenzando a caer.

No supe en qué momento me había quedado dormida pero desperté con la claridad de la mañana, aún no salía el Sol por completo pero ya no podría dormir más por la luz. Me moví un poco sintiendo pinchazos en mi cuello y espalda, traté de estirarme pero en un espacio tan reducido era casi imposible.

No te pertenezco Peter PanOnde as histórias ganham vida. Descobre agora