Capítulo 01: El conjuro.

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  Las noticias retumbaron en cada rincón del mundo. Desde México hasta Tailandia. Cada rincón se inundó con las palabras de John Lennon y esas mismas palabras fueron las causantes de lo siguiente:

—¿A qué se debe otra de tus inesperadas citas, judío? —preguntó John a Brian, después de un bostezo —. Aunque creo saber por qué...

―¡Es que no es posible! —exclamó Brian, lleno de furia —. ¿Qué pasaba por sus cabezas al decir tal frase?

—¡Hey! —terció George. —¡Sí claro, ponte del lado de ellas!

Estaban los cuatro Beatles: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, sentados en la oficina de su mánager, Brian Epstein, quien con el entrecejo fruncido, no dejaba de regañarles por toda la controversia que había causado el comentario de John.
Y el apoyo con el que lo respaldaron.

—¿Es qué no pueden medirse nunca? —continuó diciendo Brian —. Primero lo de "somos más populares que Jesús" y ahora esto, ¡cielos!

—No es culpa nuestra que la gente no comprenda el sarcasmo —dijo Paul —. Lo decíamos riendo... ¡Riendo! ¿Dónde quedó la libertad de expresión?

Ringo se puso de pie y apagó el televisor que se hallaba en la oficina, "ya basta de noticias sobre nosotros", pensó. Así que, de tal forma, preguntó con adorable voz a su mánager la solución que debía existir.

—Disculpas ante las cámaras ―repuso Brian —. Convocaré una rueda de prensa mañana y... —se detuvo en seco —. Por la quema de taquillas que se registró el día de ayer... se cancela su concierto de la semana próxima...

George, Ringo y Paul se pusieron de pie, exasperados. Ellos deseaban dar aquel concierto, mientras que John se vio aliviado al no tener que trabajar tocando sin razón a causa de los gritos.

—¿Una rueda de prensa? —se quejó John —. Agh, de acuerdo. Pero será la última que haga... ¡Hablo enserio! —exclamó tajante —. La próxima vez nos quedaremos todos mudos o simplemente no hablaremos más con la jodida prensa.

—Creo que tu silencio es de lo más conveniente, John —carcajeó Brian al ver como él fruncía el entrecejo y cruzaba los brazos. El resto de los chicos hizo lo mismo al tomar asiento nuevamente —. Vamos chicos, háganlo por sus fans féminas. Gracias a ellas ustedes son lo que son.

—Brian tiene razón —dijo Ringo, yendo en dirección a su mánager para estrecharle el hombro derecho con fuerza —. Además, ¿qué más podría pasar?

En ese momento dos piedras fueron lanzadas directo a una de las ventanas del edificio. Brian y los chicos se pusieron de rodillas rápidamente. George se arrastró por el piso y, cuidadoso de no chocar con un pedazo de cristal roto, tomó las dos piedras y leyó las notas que venían envueltas en ellas: «Será mejor que no se escondan, Beatles machistas». John le quitó las piedras a George y las tiró a otro rincón.

—Eso —contestó Paul a la anterior pregunta de Ringo —; ¿o algo más...? No sé... ¿Qué una bruja nos hechice?

Todos comenzaron a reír y se dio por terminada aquella sesión.

Los cuatro subieron a la limosina repleta de notas malas que seguramente habían pegado fans molestas, y regresaron a la Casa Beatle; un pequeño recinto que compartían de vez en cuando, pues habían comprado esa casa en 1963, año en el que vivían como hombres solteros.

Así como los Beatles, muchos más hablan de la brujería como si fuera un juego... luego aprenden que no lo es. Las víctimas esta vez no podrían defenderse de ninguna manera y menos ante el poder de su verdugo.

• MORE THAN A WOMAN •Where stories live. Discover now