Capítulo 14: Cena en casa de los McCartney.

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Paul estaba molesto, nervioso y asustado. Aunque el sentimiento mayor que sentía era el primero. Quizá porque pronto su hermano tomaría la mano de la mujer que amaba.

Bufó para sí mismo al escuchar un grito de Mike provenir de la planta baja.

―¡Jane está aquí!

El chico no tuvo otra opción que bajar al recibidor con una sonrisa falsa ante la felicidad de los novios, pues sabía que aquel sentimiento no iba a durar mucho. Bajó dando grandes zancadas hasta que llegó a la planta baja. Ahí, de pie y con el brazo derecho recargado en la espalda de Mike, estaba Jane Asher.

La joven lucía de lo más guapa y elegante con su rojizo cabello recogido en una bola y ajustado gracias a una tira de piedras preciosas. Su vestido color verde esmeralda, le hacía lucir esbelta y con las curvas definidas. En conclusión: Jane Asher estaba preciosa, demasiado para los pobres ojos de Paul, quien se quedó boquiabierto.

―¡Pauline, qué alegría tenerte aquí! ―estalló Jane en júbilo mientras abrazaba a la que era su amiga.

Entre sus brazos, de esa manera Paul deseaba tener a Jane para siempre. Disfruto entonces de su perfume y de la fragancia natural que emanaba la joven inglesa. Si bien, muchas veces Paul la había visto con atuendos elegantes y finos, sin embargo nunca se vio tan radiante y hermosa como en aquella ocasión.

―Hola Jane, ¿crees qué podría perderme este día tan especial? ―articuló ―. La pedida de mano de Michael. ¿Sabías tú que de pequeño decía que nunca se iba a casar?

Jane soltó una risa ligera y muy fresca.

―Pauline, por favor... ―dijo Mike.

―Vamos, querido. Eso ya me lo habías contado ―Jane volvió a tomar el hombro de su novio ―. Recuerda que entre nosotros no hay secretos.

―Tienes razón, Jane ―dijo Mike antes de darle un fugaz beso en los labios ―. ¿Lo ves, hermana? La confianza. Esa es la verdadera clave para el éxito de una bonita y duradera relación.

A Paul le hirvió la sangre de tan solo mirar la escena romántica entre Jane y Mike. Tanta era su molestia que quiso golpearlo pero justo en ese momento llegaron Jim y Angela.

Ambos también llevaban sus mejores ropas y sonrieron a los novios con sinceridad.

―Papá... ―Paul apenas pudo concebir su emoción ―. ¡Padre!

―¡Pauline, hija! ―el señor McCartney tampoco pudo ocultar su conmoción.

Se abrazaron, aunque las ansias de Paul por ver a su padre le hicieron abrazarle con fuerza. Hacía tiempo que su rostro no estaba tan fresco y lleno de vida. La elegancia no provenía de sus ropas sino de su persona, de aquel porte inglés típico de un verdadero McCartney.

―¿Qué tal has estado, cariño? ―le preguntó su padre ―. La otra vez te miré por la televisión dando un concierto con las Beatlas y estuvieron fantásticas. Intenté telefonear a tu casa pero nunca contestaron mis llamadas.

―¿Yo hice eso? ―Paul se molesto ―. No, no puede ser. Yo no haría algo tan semejante.

Al menos en su etapa Beatle él siempre atendía a las llamadas telefónicas de Jim, incluso por carteo trataba de estar al pendiente de su familia.

―No tiene caso hablar de eso ya que lo que importa es que mi hija ha venido a presenciar la pedida de mano de mi Mike con Janecita ―dijo Jim mientras besaba una mano de Jane.

―Y no sabe lo feliz que me siento al ser pronto parte de esa familia tan bella, señor Jim ―finalizó Jane.

[...]

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