Capítulo 43: Encara la verdad.

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—No puedo creerlo. Repítelo, repítelo otra vez —Ringo tomó a John por los hombros sacudiéndolo suavemente y mostrando los dientes blanquísimos —. Por favor, John Winston Lennon Stanley. Repite lo que acabas de decirnos.

     Mientras Brian Esptein se encontraba en la sala principal de la casa conversando con el señor McCartney e hijos acerca de la salud de Paul y los proyectos que el grupo tenía en puerta, John aprovechó para jalar a Georgine y Ringo hacia su habitación aprovechando que los niños jugaban animados con Lester en el colchón miniatura instalado para comodidad del gato.

    John, con rostro de satisfacción, infló las mejillas juguetonamente mientras Ringo le sacudía los hombros.

    —Te lo diré por tercera vez, pero suéltame —rió apartándose de Starr —. La prueba salió negativa. Ne-ga-ti-va. Roger Taylor no es el padre de mis hijos.

    —¡Oh sí! ¡Gracias Alá, Dios, Buda, Krishna, astros y todos los factores que tiene la ciencia! ¡Alabados sean todos!

    Extasiado, Ringo se lanzó a los brazos de John mientras daba brincos de felicidad y reía sin parar. Georgine se les unió a la fiesta abrazándose a ellos y por un instante parecían tres mujeres risueñas que celebran la mayor de las victorias dando vueltas alrededor del mismo eje.

    —Pero ¿cómo es eso posible? —Ringo se detuvo —. Tú dijiste estar seguro de que él era..., y tenías una carta, y los ojos...; no, no entiendo nada...

     —Yo tampoco... —murmuró Georgine —. Los dos parecían tan seguros de la respuesta...

     —Créanme amigos. No tengo la menor idea, de verdad. Yo también pensaba que él, bueno, que era el padre... —asumió John, mirando de nuevo el papel con los resultados.

     En efecto. Antes de abrir el sobre pensaba que el resultado sería positivo. Juraba, teniendo razón y miedo, que Roger Taylor era el padre por la carta, aquella carta donde Joanne confesaba todo muy segura de su verdad. ¿Habría podido equivocarse en sus propios cálculos?, ¿era parte de una trampa para confundir a cualquier en caso de que un día la descubriese Roger?

    «Parece magia», pensó John sin ningún escepticismo. Después de todos los cambios producidos en su vida, creer en que una magia invisible había cambiado el resultado en las pruebas de paternidad, no era una idea tan descabellada entonces. Cualquiera que fuese el caso y la razón del destino, solo tenía certeza de una cosa.

     Nunca antes había estado tan feliz de que una prueba saliera negativa.

     Y, si la prueba falló pero la historia entre Joanne y esos hombres en su juventud fue cierta, solo quedaba una respuesta: el verdadero padre de los niños era Stuart Sutcliffe.

     Tenía que ser él. Por los ojos azules de John y Julianne, las facciones y porque, solo hasta entonces, quedaba claro para Lennon el por qué al pequeño John le gustaba dibujar y tenía un talento nato. En un inicio pensaba que eran dotes heredadas de él, pero quizá pertenecían más a su viejo amigo.

     «Oh, Stu», sonrió internamente, «mira la historia que vine a tener contigo en este mundo y el lazo que nos une. Astrid estaría muerta de risa...»

     —¿Y ahora qué vas a hacer? —le cuestionó Georgine una vez que las emociones de todos se controlaron en la habitación.

    John se detuvo mordiéndose el labio inferior mientras se rascaba la nuca con la mano derecha. Hizo una mueca. Esa era una buena pregunta.

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