Capítulo 08: El nuevo amigo.

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Paul estaba muy celoso, sobre todo cuando tenía enfrente a Jane, que sonreía felizmente al hablar con su querido novio Mike, ¿pero qué podía hacer? Nada. Solo fingir, actuar lo más natural posible, como una chica y amiga.

La noche siguió su curso y, a la mañana siguiente, las chicas (ex beatlegirls) se retiraron a sus correspondientes casas. Una vez solos, los chicos cayeron, literalmente, a los sillones. Estaban exhaustos, y no era vano, pues jamás habían pensando lo activas que podrían ser sus novias y esposas cuando entraban en calor con sus amigas.

—¡Ay! —se quejó Ringo mientras se tallaba por décima vez el lóbulo izquierdo. —Todavía me duele la oreja.
—Pero bien que disfrutaste perder la virginidad, ¿no señorita? —se burló John. —Aguanta, que el dolor es mental.

Ringo le dedicó una fría mirada a John, que se veía en el espejo de pies a cabeza.

—¡Qué va! —dijo. —Las orejas horadadas duelen. ¡Cuánto sufre una chica por querer ser bella! —Ringo quejó.

[...]

Es momento de aprovechar y recalcar al lector que la novela es de los cuatro Beatles, por ende, cada uno tiene un problema. Ya han sido expuestos algunos casos, pero faltan más, aventura quizá. Por ello, me gustaría empezar con alguien distinto, alguien como George.

George, el Beatle silencioso; aunque se sabe que solo hablaba para decir una tontería. Nada fijado en sus palabras e indiscreto en sus movimientos. Su caso comienza así:

Un día, cuando los chicos se encontraban en el estudio de Twiggy, probándose nuevos guardarropas para la temporada navideña. Habrían de posar para otra sesión fotográfica más.

Mientras el resto de los chicos se cambiaban, George no podía soportarlo más. Sentíase aturdido por aquellas paredes llenas de revistas e imágenes alusivas a la moda. Odiaba el color rosa y el olor a tantos perfumes. Quería caminar y conocer el nuevo mundo, (llamado así por él, que no salía por ser mujer). ¡Pero ya no resistía!

Por tal motivo George aprovechó el descuido de Twiggy, que fotografiaba a Paul y Rosie, para ir a los vestidores y ponerse una capucha color crema, unas gafas oscuras y unas zapatillas color naranja. También tomó un pequeño bolso amarillo mostaza.

George salió por la puerta trasera con mucho cuidado, por el número del tacón, y empezó a andar por las calles. Eran tan iguales a las de su otra Londres; con transeúntes en sus propio vuelo y coches coloridos que llevaban velocidad, de lenta a máxima.

Nadie parecía reconocer o saber sobre la personalidad de aquella mujer con capucha color crema, que cubría su cabeza y que caminaba como cervatillo recién nacido. Hubo un momento en que George se detuvo para observar, a través del transparente vidrio, los panes recién echas de la pastelería "Lane".

Cuando se dio cuenta de que no traía dinero para comprar algo, se dio la vuelta, más no tardó en chocar contra la frente de un joven que llevaba puestos unos viejos jeans y una camisa blanca. George cayó al suelo de centón, las gafas cayeron de sus ojos y se rompieron de una pata. El folder que llevaba la persona con la que había chocado, también salió disperado.

Él se apresuró a levantar sus papeles y volverlos a guardar mientras que George se levantó por sí mismo y guardó las gafas en su bolso.

—Ay —se quejó George. —¿Por qué no te fijas?

En ese momento fijó su vista en el rostro del chico, que por instante se vio que era joven. Él levantó su rostro y solo entonces George pudo escanearlo mejor. Cuerpo fornido y cabello castaño claro o rubio, greñudo. Tenía las facciones bien definidas, unos quisquillosos labios; piel blanca, típica de un inglés, y unos preciosos ojos cuyas pupilas eran de un color azul tan profundo como los de Pattie, Ringo o Rosie.

• MORE THAN A WOMAN •Where stories live. Discover now