~Capitulo 5.

1.3K 56 1
                                    

Esta semana estamos haciendo cerámica en clase de Arte. Se me dafatal.Y, claro, a Connor se le da estupendamente. Se queda de pie junto a mitorno para observarme sufrir. 

—Intenta no apretar tanto — me dice. 

Estoy envolviendo con las manos un bulto de arcilla mientras le doyvueltas al torno. Mi capacidad de coordinación mano-pie pareceseriamente dañada hoy: cada vez que trato de que el torno vaya más lento,presiono el pedal con más fuerza. Y sí, ya he aceptado que mi talentoartístico se reduce a pintar carteles.Aprieto demasiado la arcilla. Me rebosa entre las manos y se desmoronasobre el torno. 

—Oh, vaya — dice Connor en tono meloso. 

Un alivio instantáneo para elestrés—. Inténtalo otra vez. 

Me encanta Connor. Tiene un efecto calmante sobre mí en momentos decrisis. El año pasado también estábamos juntos en clase de Arte. No es queyo quisiera volver a cursar la asignatura, pero tenemos que hacer unaoptativa artística durante al menos tres años. Cada vez que me atasco conun proyecto, Connor corre a socorrerme, calmado y solícito. A él nunca lepreocupan las cosas que a los demás nos desquician. Quizá sea porque escanadiense. Se mudó el primer año de instituto desde Montreal. Todavíatiene un acento raro y usa palabras que nos resultan extrañas. Hubo un díaque estaba hablando de chándales y no me estaba enterando de nada de loque me estaba contando. Estaba intentando decirme algo de sus pantalones. 

—¿Tus qué? — le preguntaba yo.

 —Me he olvidado los joggings.

—¿Te refieres a los pantalones del chándal?Pero Connor no entendía de qué le estaba hablando.Vuelvo a hacer un pegote con la arcilla y lo dejo caer en el torno. Estaarcilla necesita saber quién manda aquí.  

  —Presiona el pedal solo un poquito — me aconseja Connor. 

—Ya, ya. Eso intento. 

—Veamos. 

Lo intento de nuevo. Esta vez, no espachurro la taza que estoyintentando modelar. 

—¿Está quedando bien, eh?

-Sí, ¿eh?Esa es otra de las cosas que me gustan de Connor. Siempre se ríe cuandoimitamos sus muletillas canadienses, como cuando dice «eh» después decada frase.Junto los dedos y envuelvo la arcilla con las manos. Luego, presiono laparte superior lentamente con los pulgares. 

—Un poco más deprisa es mejor.Piso suavemente el pedal con el pie. Noto cómo el torno empieza a ir ala velocidad que yo quiero. Parece que le estoy pillando el tranquillo.Separo un poco los pulgares hacia los lados, aún haciendo fuerza en laparte superior del pegote. A medida que la arcilla gira, el lugar en el quepresiono con los pulgares se ensancha. Ya se empieza a vislumbrar elinterior de la taza.Cuando, al día siguiente, la arcilla parece una taza de verdad, meemociono muchísimo. La llevo a nuestra mesa y se la enseño a Connor. 

—¡Mira lo que he hecho! —alardeo. 

—¡Eres la mejor! — me dice él.Está barnizando su pieza. Cuando terminemos de barnizarlas, lasmeteremos en el horno. Mañana estarán listas para que nos las llevemos acasa. 

—¿Cómo has hecho eso? —pregunto.Connor ha hecho un jarrón precioso. Es muy alto, y para eso hay quesaber manejar muy bien el torno. La única vez que intenté hacer algo lamitad de alto que su jarrón, terminó desmoronándose. 

—Con paciencia — dice —, y práctica. 

—Hablas como mi madre. 

—Tu madre debe de ser una mujer muy inteligente. 

—Más bien una mujer muy pesada, porque siempre tiene razón.Empiezo a barnizar mi taza. 

—¿Te he dado permiso para que te sientes aquí? —le gruñe Ryan aSophie en la mesa de al lado. 

  Sophie busca otro sitio libre, pero no hay ninguno. 

—Te puedes sentar aquí — le digo.

 Sophie me mira con tanta gratitud en los ojos que se me encoje lagarganta.

 No soporto que Ryan se meta así con ella. Ryan es una de esaspersonas que captan la debilidad y, entonces, atacan. Cada vez que coincideen una clase con Sophie, es como si se hubiera planteado como propósitovital dejarla en ridículo frente a todo el mundo. Ella no es su únicoobjetivo. Ryan y sus prepotentes amigos se meten con cualquiera que noencaje en sus perversos estándares, por ejemplo, los empollones y losgorditos. Sophie tiene la mala suerte de ser ambas cosas.Ryan también odia a Blake con pasión. No sé por qué. Blake no destacademasiado y se esfuerza muchísimo por encajar. Pero cada vez que Ryan seencuentra con él por los pasillos, le lanza unas miradas terribles.El año pasado, Ryan rompió un trabajo de Literatura de Blake sin motivoaparente. Blake estaba sentado en clase, esperando a que el profesor entraray los recogiera. Ryan fue hasta su mesa, le quitó el trabajo y lo hizocachitos. Eran quince páginas (quince páginas de verdad, no quince páginascon tipografía gigante y márgenes enormes) que iban a suponer la mayorparte de su nota en la asignatura. Un montón de alumnos vieron cómo Ryanse lo rompía, pero nadie lo delató y se fue de rositas. A Blake le pusieronun cero. Pensó recoger los cachitos, entregárselos al profesor y explicarlelo que había pasado, pero prefirió quedarse con el cero, por mucho que ledoliera perjudicar así sus notas. Creo que Blake sospechaba de dóndeprovenía el odio de Ryan y lo último que quería hacer era presionarlo paraque explotara. 

—Gracias, Lani — dice Sophie mientras coloca su bol junto a mi taza. 

—No te preocupes —le digo —. Ryan es un imbécil.Miro a Ryan, que me está poniendo morritos desde la otra mesa.Imbécil.   

  Algunos chicos miran cómo Sophie levanta una pierna para pasar sobrela silla. No estoy segura de que vaya a caber en el espacio que queda entremí y la alumna hostil de segundo año que hay al otro lado. Ojalá quepa. Yome he apartado todo lo que he podido, estoy casi en el borde del banco.Sophie consigue estrujarse entre nosotras. La chica de segundo chasqueala lengua para dejar constancia de su disconformidad. 

—Me gusta tu bol — digo  

  — Gracias — Sophie lo levanta — . Es para mi hermana. Está en launiversidad. 

—Qué detalle. 

Nos quedamos embobadas contemplando el brillo del barniz.Cuando vuelvo a levantar los ojos, Ryan me lanza una mirada lasciva.Me niego a dejarme provocar por él. Creo que no es bueno pagar el odiocon odio cuando alguien proyecta malas energías hacia ti. Estoyconvencida de que eso afecta al destino, y un exceso de malas vibracionespuede ser muy perjudicial.Por ejemplo: le pides a la Energía una señal de que todo va a ir bien y,de repente, te encuentras con una pintada que dice OK. Ese tipo demensajes son difíciles de detectar cuando estás atrapado en una enormebola de negatividad.Ignoro a Ryan. Me molesta que se dedique a hacer la vida imposible alos demás. Yo creo que el propósito vital de la gente debería ser intentarhacer del mundo un lugar mejor y no que las cosas sean aún peores. Mepregunto qué haría falta para que se diera cuenta. Es triste pensar que va aser así toda su vida.Sophie se queda boquiabierta con el jarrón de Connor. 

—¡Tu jarrón es altísimo!

 —Gracias.

 —¿Cómo lo has hecho?

 —Paciencia —le informo—, y práctica.

 —Síii, Lani —dice Connor—. Exactamente. ¿Cómo lo has adivinado?

 —Tengo buena intuición.Me dedica una sonrisilla traviesa. Yo se la devuelvo. 

—Gracias por dejar que me siente con vosotros, chicos — dice Sophie. 

—No hace falta que te invitemos —dice Connor — , puedes sentarte connosotros siempre que quieras.El karma de Connor no me preocupa en absoluto. Ojalá mi karma sea tanbueno como el suyo. Si el futuro me depara algo grande, no quieroestropearlo cargándome mi destino.  



El novio de mi mejor amiga.Where stories live. Discover now