~Capitulo 25.

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—¿Sinónimo de nueve letras para «abalorio» o «baratija»? — pregunta mi padre.

Le encanta empezar libros de crucigramas. Cada vez que empieza el primero de un libro nuevo, lo hacemos juntos.

—¿«Bagatela»?

—Esa tiene ocho.

—Mmm.

Tiro de un grano de maíz especialmente testarudo. Parece como si se negara a soltarse de la mazorca. Cuando desgranas maíz, siempre terminas ensuciando más de lo que parece que vas a manchar cuando empiezas, así que estoy haciéndolo en las escaleras del porche trasero, con un cubo entre las piernas. Mi padre está en la mecedora, con la firme determinación de acabar su crucigrama antes de cenar.

—No puede ser «dije» — opino yo.

—¡Chuchería! — suelta mi padre de repente.

—Esa es buena.

—Gracias, gracias.

Me gustan estos ratos con mi padre. No solemos hablar mucho, así que el resto de cosas que hacemos juntos son muy importantes para mí.

Supongo que cuando era pequeña hablába- do. Tuve que decirles que había ido a ver los fuegos con Blake y Danielle y otros chicos de One World, pero no conté con que, cuando a medianoche no estaba en casa, mi madre llamó al padre de Blake. Me castigaron una semana. Y, además, ahora tengo que estar en casa a las once, mientras que antes eran más flexibles.

Mis padres saben que quedo con Justin, pero piensan que somos solo amigos. O al menos, eso es lo que creo que piensan. No han dicho nada al respecto. Cuando le conté a Blake mi mentira frustrada del 4 de Julio, me prometió que, en adelante, me cubriría. Blake es el único al que le puedo confiar la verdad.

Aunque en algún momento tendremos que dejar de ocultarnos. Cada vez que recibo una carta de Erin, el corazón me da un vuelco. Me estoy temiendo el día que se entere de lo que realmente está pasando.

Cuando recibí su primera carta, la dejé en mi escritorio y me pasé el resto del día evitando tener que abrirla. En su lugar, me puse a trocear melones para hacer zumo. Fui a trabajar y recolecté nueve bandejas de frambuesas. Volví a casa y me eché una siestecita en la hamaca. Me desperté sudada y me refresqué en la ducha al aire libre que mi padre construyó en el jardín el verano pasado. Cenamos fuera. Se me quedaron algunos granos de maíz entre los dientes y tuve que limpiármelos con serla dental. Cuando volví a mi habitación, la carta seguía esperando impaciente a que la abriera.

— Sí, sí —murmuré—, Pero estás más guapa cerrada.

Sabía que tenía que abrir la carta. Tenía que abrirla y leerla y lidiar con lo que dijera, aunque fuera malo. ¿Qué esperaba encontrar en la primera carta de Erin después de que Justin rompiera con ella? ¿Arcoíris brillantes y caritas sonrientes? No, más bien nubarrones oscuros y lluvias torrenciales. Y la verdad es que no tenía ganas de quedarme atrapada en medio de la tormenta. Pero ya estaba atrapada en medio de la tormenta. 

Me llevé la carta a la cama, me senté y me obligué a leerla. Me sentía fatal por Erin. Me dolía el corazón por ella. Sonaba muy triste al describirme cómo Justin le había escrito una carta de dos páginas explicándole lo de «es por mí, no por ti». Le dijo que era estupenda, pero que no creía que estuvieran hechos el uno para el otro, que pensaba que sería más feliz con otra persona. Lo que, claramente, significaba que él sería más feliz con otra persona. «¡Como si eso fuera a pasar algún día!», me escribió Erin. «¿Cómo se supone que voy a volver a poder confiar en alguien?».

Tenía razón. Por lo que concernía a Erin, las cosas iban de maravilla con Justin hasta que la dejó. Además, no tiene ni idea de que yo tengo algo que ver con esto. Y eso es lo peor de todo.

El novio de mi mejor amiga.Where stories live. Discover now