~Capitulo 35.

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Cosas que dan asco:

°Tengo los ojos constantemente rojos de llorar todo el fin de semana.

°Blake todavía no me habla.

°Erin tampoco.

°Ni Danielle.

°No puedo comer nada sin tener la sensación inmediata de querer vomitarlo.

°Justin y yo nunca estaremos juntos.

Dormir siempre ayuda. Mientras duermes, no tienes por qué pensar en lo triste que es tu vida. Pero cuando te despiertas, todo vuelve a empezar. Tu triste vida. No quiero levantarme de la cama. No quiero ir al instituto. Pero me levanto y voy de todas maneras.

En cuanto llego, me doy cuenta de que debería haberme quedado en casa.

Hay un corrillo de chavales alrededor de las taquillas, hablando y riendo. Tienen los ojos abiertos de par en par, con esa expresión que se le pone a la gente cuando pasa algo interesante. Me abro camino a través de ellos para ver qué están mirando.

Están mirando a la taquilla de Blake. En la que pone MARICA en grandes letras amarillas pintadas con spray. No me puedo creer que alguien haya hecho esto. Me parte el corazón que la gente sea tan cruel. ¿Por qué no pueden dejarlo en paz?

El corrillo se abre un poco. Blake lo atraviesa. Todo el mundo deja de hablar. Nadie le dice nada. Solo se quedan para ver qué hace.

Blake actúa como si no hubiera visto lo que pone en su taquilla. Se limita a girar lentamente la ruedecilla del candado, concentrado en los números. Intenta fingir que no pasa nada para que nadie se percate de su dolor.

La gente sigue mirándolo como si fuera un animal del zoo. Nadie hace nada para defenderlo.

Me acerco a Blake y me pongo delante de él, plantándole cara al corrillo.

—¿Qué pasa con vosotros? —les digo — , ¿No tenéis nada mejor que hacer?

Blake abre la taquilla y saca sus libros.

—Si queréis hablar mal de mí, adelante. Pero dejad en paz a Blake.

Nadie se mueve.

—¡Marchense!; — grito.

El profesor Bradley se acerca.

—¿Qué está pasando aquí? — dice.

La taquilla de Blake está abierta, así que no lee la pintada.

—¡A las aulas! —chilla—. ¡Vamos!

El corrillo se dispersa. Unos cuantos chavales se quedan rezagados, deseosos de ver cómo Blake se derrumba.

Blake cierra su taquilla y se queda mirando la pintada.

—Puedo ayudarte a quitarla — me ofrezco.

—No se va a quitar.

—Sí, se quitará. Puedo pedir que nos dejen un poco del limpiador que usan los celadores para quitar las pintadas de las mesas.

Los celadores me adoran. Les hago la vida más fácil con todas las acciones que One World promueve para que los alumnos reciclen. Me dejarán tomar prestado lo que quiera.

—¿Crees que funcionará? — me dice Blake.

—Estoy segura. Voy a por ello.

—Espera —Blake me abraza—, Gracias.

La gente que quedaba se va, decepcionada por la ausencia de crisis nerviosa. Blake es más fuerte de lo que nunca podrán imaginarse. No va a darles el gusto de demostrar lo mucho que le duele todo esto.

Esperaba que Blake y yo hiciéramos las paces después de limpiar su taquilla pero, mientras frotamos la pintada, no hablamos. Después, se limita a darme las gracias y nos vamos a clase.

Connor es la única persona que sigue siendo amable conmigo. Siempre me acompaña en los intercambios de clase si vamos en la misma dirección.

Hablamos por teléfono o chateamos casi todas las noches. Está muy preocupado por mí. Es muy atento por su parte, pero espero que no se esté haciendo falsas ilusiones.

¿Pensará que, como aparentemente las cosas no han funcionado con Justin, tiene posibilidades de que salga con él? Espero que se dé cuenta de que solo quiero que seamos amigos.

Cuando Connor me dice que viene a mi casa esta noche, salto de alegría ante la perspectiva de un poco de compañía. El ostracismo es un lugar muy solitario.

Miramos en mi armario e intentamos decidir a qué juego de mesa jugar. Necesito un rato de evasión y no pensar.

¿Qué te parece a las cartas? — dice Connor.

—¿Sabes jugar al 500?

—Pero para eso se necesitan por lo menos cuatro jugadores.

—No, para nada.

—Claro que sí. Si somos solo una pareja, ¿contra quién jugamos?

—¿Eh? ¿Estás hablando de alguna versión canadiense, verdad?

—No. Solo hay una versión. ¿O hay más?

—Aparentemente sí.

—Cielo santo. Podríamos intentarlo con un poco de terapia artística. Eso siempre funciona.

—¿Significa eso que no te apetece jugar al Cluedo?

—¿Qué te apetece más, Cluedo o hacer baba verde?

—¡Baba verde!

—¿Tienes maicena?

—Creo que sí.

Pasamos la siguiente hora en regresión hacia la época de nuestras vidas en que las cosas no eran tan complicadas.

—¿Te sientes mejor? — me pregunta Connor.

—Sí y no. Quiero decir, que esto me ayuda a mantener la mente despejada pero, de repente, lo recuerdo de nuevo y todo vuelve a dar asco.

—Debe de estar siendo muy duro para ti. Sobre todo por lo del accidente y eso.

—¿Cómo sabes eso?

—Alguien me lo contó.

—¿Cuándo?

—El año pasado.

—¿Alguien te lo contó así, sin más?

—La verdad es que no —Connor estruja un poco de baba verde entre los dedos, que pasa inmediatamente de líquida a sólida — . Hubo un día, en clase de Arte, que estabas inclinada sobre un dibujo y pude ver parte de tu cicatriz bajo el flequillo, así que le pregunté a un amigo cómo te la habías hecho.

-Ah.

—¿Por eso nunca nadas en el lago?

-Sí.

—Perdona, no tenemos que hablar de esto si no quieres. No es...

—No, no pasa nada. Tengo ganas de hablar.

Le cuento todo a Connor. Es agradable hablar de ello con alguien que no estuvo directamente involucrado en el accidente. Me siento agradecida de que todavía haya alguien dispuesto a escucharme.


El novio de mi mejor amiga.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora