~Capitulo 18.

708 46 0
                                    

El verano que Erin y yo cumplimos diez años, su madre nos fue a recoger el último día al campamento de las girlscouts para llevarnos en coche de vuelta a casa. Ese día se había desatado una tormenta terrible. Afortunadamente, desmontamos las tiendas y lo empacamos todo antes de que empezaran a caer chuzos de punta.

El viaje fue terrorífico. Apenas se veía nada por las ventanillas. Los limpiaparabrisas habían quedado prácticamente invisibles. La lluvia los golpeaba violentamente y parecían incapaces de apartar las pesadas cortinas de agua que cubrían la luna.

Estábamos casi en casa cuando la madre de Erin se inclinó hacia delante, hasta casi tocar el parabrisas.

— No veo la carretera — dijo.

Me eché a llorar. Erin me dijo que no me preocupara. Que pronto estaríamos en casa.

—Voy a intentar avanzar —dijo su madre — . No podemos esperar a que pase la tormenta.

Dar al intermitente fue inútil. No teníamos ni idea de si había coches delante o detrás de nosotros. Miraras a donde miraras, solamente se veía un enorme muro de agua. A veces se avistaba el resplandor borroso de una luz, pero solo durante unos segundos.

La madre de Erin quería llevarnos al arcén, pero ninguna de las tres éramos capaces de orientarnos. De repente, noté que nos arrastrábamos. Pensé que habíamos chocado con el coche de enfrente, pero seguíamos moviéndonos, aunque no era un movimiento típico de la conducción. Parecía como si nos estuviéramos tambaleando.

—¡Dios mío! —chilló Erin—, ¡Estamos en el lago! ¡Abre la puerta,Lani!

Intenté abrir mi puerta. Empujé y empujé, pero no se abría. Erin tampoco conseguía abrir la suya. La madre de Erin no decía nada. Estaba inclinada hacia delante, aferrando con fuerza el volante. Tampoco se movía.

—¿Mamá? — dijo Erin. Le dio un golpecito en la espalda —. ¡¿Mamá?!

El coche se balanceaba de adelante atrás. El morro empezó a inclinarse peligrosamente. Un extraño ruido sibilante nos rodeaba.

—¡Inténtalo con la ventanilla! — me chilló Erin.

Parecía como si me hablara desde muy lejos, aunque estaba sentada a mi lado. Presionamos los botones de apertura de las ventanillas. No pasó nada. El morro del coche se inclinó un poco más. Lo siguiente que recuerdo es que el coche se empezó a llenar de agua. El salpicadero estaba casi completamente sumergido.

—Nos estamos ahogando — dije.

Las palabras salían de mi boca con dificultad. Yo lloraba con todas mis fuerzas. Erin intentó apartar a su madre del asiento delantero, pero no podía. Lo único que pudo hacer fue echarla hacia atrás para apoyarla contra la ventanilla. Tenía el regazo completamente sumergido. La parte delantera estaba llenándose de agua cada vez más. Como el coche estaba inclinado hacia delante, en la parte trasera había menos agua.

—¡Mamá! —gritó Erin—. ¡Despierta! La madre de Erin no se movía.

—¡Vamos! — me ordenó Erin—. ¡Ven a la parte de atrás! Me desabroché el cinturón de seguridad y trepé por el respaldo del asiento para llegar a la parte trasera. El coche se tambaleó hacia delante.

La barra metálica del reposacabezas me golpeó en la frente. No soy capaz de recordar qué pasó después. Lo único que sé es que Erin y yo estuvimos encogidas en el asiento trasero durante lo que me parecieron millones de años. Cada vez más agua se vertía sobre nosotras. El morro del coche estaba sumergido prácticamente por completo. A la madre de Erin le llegaba el agua al cuello. Pero en el asiento trasero había espacio todavía para respirar. Erin me dijo que mantuviera la cabeza fuera del agua.

Me concentré en ella. Me concentré en respirar. Encontraron el coche bastante poco después de que cayera al lago. A mí me pareció que habían pasado mil años, pero mis padres me aseguraron que había estado sumergido menos de media hora. Alguien nos vio caer y llamó al 911. Así que salimos bien de aquello. La madre de Erin también se recuperó, pero no recobró la consciencia hasta que llegó al hospital. No sé quién nos vio. Tuvo que ser cosa del destino. Nuestras vidas fueron salvadas por alguna razón.

Este tipo de noticias corren como la pólvora en las ciudades pequeñas. Todo el mundo se enteró del accidente. Empezaron a circular un montón de rumores relacionados con nosotras. Hubo tantas versiones distintas de lo que pasó ese día que tuve que revivirlo solo para poder estar segura de cómo había sucedido en realidad. Tenía pesadillas todas las noches. A veces aún las tengo.

Cuando volvimos al colegio, todo el mundo se mostró ser amable. Niñas que nunca nos habían hablado empezaron a compartir sus golosinas con nosotras y a regalarnos pegatinas. Una chica hasta nos hizo unas pulseras de amistad que llevamos durante todo el resto del curso. Los profesores nos daban un trato preferente. En clase de Sociales me dejaron repartir las hojas de tareas dos días seguidos y nadie se quejó. Hasta los chicos dejaron de chincharnos durante un tiempo.

Son las típicas cosas que pasan cuando estás a punto de morir, pero no lo haces. A pesar de que los detalles del accidente resultan borrosos para la mayor parte de la gente, todo el mundo recuerda que Erin y yo estábamos juntas.

Dan por sentado que seremos mejores amigas para siempre. Porque, ¿cómo puedes compartir la experiencia más intensa de tu vida con alguien y no convertirte en su amiga del alma por siempre jamás? Si Erin no me hubiera dicho que lo hiciera, no creo que se me hubiera ocurrido moverme al asiento trasero del coche ese día. Estaba tan aterrorizada ante la idea de morir que lo único que fui capaz de hacer fue quedarme ahí sentada y llorar. El miedo me paralizó. Pero Erin se aseguró de que me moviera. Se aseguró de que mantuviera la cabeza fuera del agua.

Me mantuvo viva.

Todo eso le debo.

Le debo la vida.


El novio de mi mejor amiga.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن