~Capitulo 24.

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Hemos decidido venir, temprano para ponernos en el mejor sitio. Está empezando a llenarse, así que extiendo la manta para ocupar el máximo espacio. Después, coloco nuestras chanclas a lo largo del borde inferior.

-Marcando territorio - dice Justin.

-Odio cuando la gente intenta robarte espacio.

-Estoy totalmente de acuerdo. Pero no te preocupes: nadie tiene posibilidades contra esas chanclas.

-Las chanclas pueden ser muy feroces.

-Exactamente -Justin sonríe: sus ojos resplandecen. Es como si brillaran solo para mí. Estamos aquí sentados, mirándonos. Sin decir nada. Su sonrisa empieza a desvanecerse-. Oye, mmm...

-¿Quieres un polo? Son de... ¿o mejor un granizado? ¡Me pirran los granizados!

-Claro. Pero no me atrevo a salir.

-Está bien - Me levanto de un salto y deslizo los pies en las chanclas-. Déjamelo a mí.

-¿Estás segura?

-Completamente. ¿De qué lo quieres?

-Esa es una buena pregunta. Mmm... Bueno, teniendo en cuenta que hoy es 4 de julio... ¿Tendrán polos de esos que son rojos, blancos y azules?

-¡Ah, sí! ¿Los que parecen cohetes?

-De esos.

-Son los más ricos. Enseguida vuelvo.

Me acerco al camión de los helados mientras me revolotea el corazón.Tengo la sensación de que Jason estaba a punto de decir algo que no estoy preparada para escuchar. ¿Qué voy a decirle si me pide salir? No puedo salir con él. Acaba de romper con mi mejor amiga.

La palabra clave es «romper». ¿Significará eso que esto es una especie de cita? ¿O que es una cita propiamente dicha? ¿Estará pensando Justin que estoy aquí con él porque quiero ser su novia? Como si pudiera siquiera planteármelo. Quiero decir que... quedar juntos como amigos es una cosa. Pero hay una barrera y, una vez que la cruzas, no hay vuelta atrás.

Cuando vuelvo con los polos, el sol se está poniendo tras los árboles. Nos tumbamos en la manta para contemplarlo. La puesta de sol es rosa y roja.

-Mola - dice Justin.

-Lo sé.

-Es guay: parece que los árboles están en llamas - observa-. Es como si reflejaran la luz del sol.

Justin es el único chico que comprende mi visión sobre los árboles en llamas en las puestas de sol. La mayoría no perciben la luz y los colores como yo lo hago.

-Así que tú también has decidido ir a juego con la temática del 4 de julio, ¿no? - me dice.

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-¿Qué?

Justin señala mi polo con el suyo.

-Ah, bueno, es que me has inspirado. No me he podido resistir -respondo.

-Chin-chin - dice, tendiendo su polo hacia el mío.

-Chin-chin.

Brindamos con ellos. Contemplamos la puesta de sol. Cuando empiezan los fuegos artificiales, todo el mundo aplaude. Los hay morados y azules, y unos rojos que son exactamente del mismo tono que la luz del atardecer. Estos últimos parecen flores que hubieran explotado. Hay otros que parecen lluvia verde. Mis favoritos son los que tienen forma de corazón y de carita sonriente. La mejor manera de ver los fuegos artificiales es tumbado y con una almohada. Solo he traído una, así que la estamos compartiendo. Le he puesto mi funda favorita: una que tiene un gato de rayas blancas y negras con unas grandes zapatillas rojas estampado.

Después del fuego final, todo el mundo vuelve a aplaudir. Luego hay una marabunta de gente apresurada recogiendo sus cosas, empacando y sacudiendo el césped de sus mantas. El chico que se sienta junto a nosotros, justo al lado de Justin, sacude la suya en el aire, llenándolo de hierba.

Justin se sacude el césped de la nariz.

-Supongo que no se ha dado cuenta de que estoy aquí.

-Pues es difícil no fijarse en ti.

-Gracias.

-Por favor. Como si nadie se fijara en ti.

Se le ha vuelto a poner esa mirada. La de los ojos verde oscuro. Con la que se me corta la respiración.

-Quedémonos - le digo.

-Vale.

No quiero irme. Nunca. Esto es perfecto: la noche es alucinante, el cielo es enorme y la brisa veraniega huele dulce. Parece como si el parque estuviera aquí para nosotros. Sobre todo cuando todo el mundo se marcha.

Somos las dos únicas personas que quedan, aquí en medio de la nada. Simplemente tumbados en la manta, compartiendo mi almohada, contemplando el cielo inmenso que nos rodea. Somos las dos únicas personas que existen en el mundo.

Quiero que pase algo pero, a la vez, no quiero. No sé que quiero. O, quizá sí lo sepa, pero preferiría no hacerlo.

-¡Luciérnaga! - grita Justin.

-¿Dónde?

-¿No la ves? -Me la señala -. Justo allí.

-¡Ah, sí! ¡Ahí hay otra!

-Deben de estar volviendo. Los fuegos artificiales las han espantado.

-¡Me encantan las luciérnagas!

-A mí también.

Luego hacemos una competición para ver cuántas somos capaces de contar. Aunque es un fraude de juego, porque no dejan de volar en círculos. No hay manera de distinguir de quién es cada cual.

-¡Diecisiete! -grito.

-Descalificada. Esa ya la habías contado.

-¿Cómo sabes cuáles estoy contando?

-Venga ya. Era obvio cuál estabas contando.

-¿Cuál?

-Bueno, sí, hazte la tonta. Ya sabes cuál.

Justin se mueve ligeramente. Ahora su cabeza toca la mía. Me hormiguea la parte de la cabeza que roza con la suya. ¿Irá a apartarse? ¿Se habrá movido a propósito para que nuestras cabezas se toquen? Quiero que mi cabeza siga rozando la suya, pero tengo miedo de que me dé uno de esos tics que hacen que seas demasiado consciente de que una parte de tu

El novio de mi mejor amiga.Where stories live. Discover now