Rebeldía sentimental

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SPICE!

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No hay hora ni lugar cuando el deseo controla el cuerpo.
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Me dejé caer sobre el sofá, boca-abajo, sintiendo todo un mar de pensamientos en mi cabeza y un cansancio enorme. Suspiré antes de frotarme el rostro. Lily, nuestra tía y tutora desde que nuestra madre se fue, se había ido a disfrutar de sus merecidas vacaciones después de que yo insistiera, en mitad del aeropuerto cuando ella comenzó a dudar, de que estaría bien, que cuidaría de Len y la llamaría todos los días. Nuestra tía era como mi madre y sabía lo complicado que era para ella irse a Osaka de vacaciones en vez de quedarse conmigo en casa para, según ella, preparar un "día de chicas"; sin embargo, la conocía lo suficiente para saber que necesitaba desconectar de todo.

A los nueve años, mis padres se separaron después de unos largos 18 años de matrimonio, los últimos, protagonizados por unas discusiones bastante fuertes. Mi madre nos llevó a Len y a mí a casa de nuestra tía Lily y ella nos acogió sin quejas. Que nuestros padres se separaran fue un golpe duro para nosotros dos. Incluso Len, viéndose reflejado en papá, me hizo prometer que jamás le abandonaría, que a pesar de nuestras futuras discusiones, terminaríamos resolviendolos, pero bien quiso el puñetero destino que no fuera así. Desde la entrada de secundaria, todo había ido de mal en peor. A mediados del primer año, algo en mi hermano comenzaba a rebelarse y se alejaba más de mí hasta que dejó de acompañarme a casa.

Len ha cambiado, pensé antes de voltear mi rostro y apoyarla sobre la mullida almohada. Me picaba la nariz y los ojos comenzaron a cristalizarse, pero me negaba a llorar. Tanto que ahora tiene el estúpido título de Don Juan, añadí. Pero le añoras, Rin, y cada día más, agregó mi estúpido subconsciente. Cerré los ojos con fuerza antes de volver a hundir su rostro en la almohada y soltar un grito que quedó sofocado por éste. Sí, extrañaba verle en casa, extrañaba no salir con él al centro comercial y usarle como percha con patas para la ropa que me probaba y... echaba de menos todo su yo. Quería de vuelta a mi hermano, verle por la casa quejándose de que no había ninguna banana y pillarle sin camisa por el pasill...

¡STOP, RIN! ¡Deja de decir gilipolleces! ¿Te estás oyendo?

Abrí mis ojos como platos al darme cuenta de lo que había pensado. ¿Cómo pude pensar eso? ¿Cómo pude hacer semejante estupidez? ¡Por el amor de Dios, Rin, es tu hermano! Me reñí otra vez. Sí, Len compartían el mismo ADN prácticamente, tenían el mismo tono rubio, los mismos ojos zafiro, la misma palidez de piel, la misma sonrisa incluso. Éramos gemelos. ¡Habíamos nacido del mismo vientre! ¡Era estúpido pensar eso!

Volteé por segunda vez mi rostro justo cuando mi móvil vibró sobre la mesa. Estiré mi mano con pesadez, tomando el móvil. No tenía ganas de hablar con nadie, pero cuando vi en el identificador el nombre de Miku bajo su foto donde abrazando un puerro, me vio obligada a cogerlo. Quizás me soltara algún chisme que me levantara el ánimo o, con suerte, me dijera dónde había ido mi hermano aquella tarde-noche.

- ¡Rin Kagamine! ¡Esta es, posiblemente, la mayor noticia que puedas recibir en tu vida! -La voz cargada de exceso de energía de Miku me obligó a apartar el aparato de mi oreja.

Con pereza, me senté sobre el sofá y traté de tener buen humor para no preocuparla.

- ¿Vas a dejar de traer puerros a clase? -Bromeé, sonriendo con pereza a pesar de que sabía que no podía verme.

- Lo que me pides es algo tan imposible como que me toque la espalda con la lengua. -Aseguró con firmeza. No evité soltar una pequeña risa por su estúpida comparación antes de caminar hacia la cocina a por algo de picar-. Venga, adivina cual es la noticia bomba. -Insistió mi mejor amiga y supe que sonría ampliamente tras la línea.

SPICE! | RiLenWhere stories live. Discover now