Descontrol, parte I

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Spice!
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Quizás todo sería más sencillo si tuviéramos un botón de stop en el corazón
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...

De tanto en tanto, observé de reojo a Rinto, quién caminaba a mi lado con la mirada en el suelo, pensativo. Al final decidimos ir a la terraza, sabiendo que no habría nadie para incordiarnos. Me estaba arriesgando al hablar con él a solas, sin embargo, algo en su actitud me hizo aceptar su propuesta. La seguridad de la que tanto presumía parecía haberse evaporado en ese instante, dejando al descubierto parte del verdadero Rinto, el imbécil que tanto se parecía al otro imbécil que era mi hermano.

Logramos llegar sin ser vistos por algún conocido. Abrí la puerta con algo de esfuerzo y la entrecerré antes de ir con él hasta las barandillas. Rinto se sentó en el suelo y yo a su lado.

Tomé una profunda calada de aire, alzando la mirada hacia el cielo cubierto tímidamente por las estrellas. Se oía la música en un volumen suave, cubriendo sutilmente los gritos de la gente, mezclándose con el ruido rural de la ciudad.

— ¿De qué quieres hablar? —Rompí el ambiente entre nosotros con una pregunta directa, sin rodeos.

— Recuerdas nuestro primer encuentro, ¿verdad? Aún guardo tu pañuelo. —Fruncí levemente el ceño, dirigiendo mi mirada hacia él, quién no había despegado la suya del suelo en ningún momento. Una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro.

¿Cómo olvidarlo? A estas alturas era impensable, pero Rinto y Len habían sido buenos amigos pese a que el primero estudiaba en el más prestigioso instituto. Yo le conocía de vista, pero él no sabía apenas de mí hasta que tuvimos nuestro momento mágico en el tren. Volvía a casa después de mi última clase de judo, con una gran tarrina de helado. El transporte estaba lleno y me mantuve de pie cerca de los asientos, sin percatarme de que Rinto estaba sentado sobre uno de ellos. El tren dio un fuerte frenazo, me tambaleé y mi postre acabó en una cabellera rubia. Cuando levantó sus profundos ojos mientras el helado resbalaba por sus mechones, me quedé boquiabierta, de piedra y avergonzada. Jamás había pedido perdón tantas veces en un minuto. Sin embargo, al contrario de esperarme una actitud asquerosamente arrogante, me topé con una sonrisa torcida y ante mis insistencias de hacer algo a cambio, una cita.

— Me robaste un beso en nuestra primera cita. —Recordé vagamente, desviando mi mirada.

— Tenías chocolate en los labios.

No evité que una pequeña sonrisa se dibujara en mi rostro.

— ¿Por qué estamos hablando de esto? Ya ha pasado casi dos años.

Él no dijo nada y yo tampoco durante segundos disfrazados de horas. La brisa noctura balanceaba mi cabello y erizaba mi piel. Me encogí levemente entre mis hombros hasta que sentí un brazo rodeándolos y tirando de mí. Me tensé, alzando la mirada hacia Rinto. Él me devolvió la mirada, acompañada de una cálida sonrisa; una calidez lejana que rebotó mi corazón.

— No tengo chaqueta pero he descubierto que la gente se calienta solo con mi cercanía.

— Egocéntrico de mierda. —Solté una pequeña carcajada, relajando mi cuerpo y apoyando mi cabeza en su hombro. Su pulgar acariciaba con lentitud mi brazo y su mejilla se posó sobre mi cabeza.

Ese rubio había llegado a ocupar un hueco en mi corazón, convirtiéndose en una persona importante. Con él viví nuevas experiencias y sensaciones que atesoraba como recuerdo, además de haber sido la relación más duradera y especial. Aunque fue extraño perder mi virginidad con Rinto estando ambos borrachos, para mí fue lo de menos. Suerte tuve de que mi primera relación sexual fuera con él y no con un depravado que muy probablemente, me hubiera desgarrado por dentro.

SPICE! | RiLenWhere stories live. Discover now