Sin sentimiento ni lógica

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SPICE!

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Mi locura roza lo anormal
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- ¡No te va a matar! ¡Es una estúpida bolsa de hielo! -Le grité a mi hermano, sujetando con fuerza la bolsa de hielo mientras intentaba evitar que escapara. Len estaba tras la mesa del comedor, sin perder de vista la bolsa que sujetaba ni tampoco mis movimientos.

Era alucinante la manera en que habíamos cambiado de situación. Hacía dos minutos, había una tensión palpable entre ambos y ahora, estaba detrás de una mesa, esperando a que me despistara para salir por la puerta. Yo, en cambio, intentaba acercarme a él para hacer lo imposible y ponerle el hielo en su hinchada mejilla.

Y sí, Len Kagamine, el Don Juan de secundaria, el más sexy, el más atrevido, el más... bueno, el más todo, estaba huyendo como una gallina cobarde del hielo.

- ¡Ponerme eso será la sentencia de un dolor indescriptible! -Me respondió, sujetándose de las dos sillas. Yo junté mis cejas sin creerme lo que acababa de oír. Parecía un puto niño pequeño.

Cansada y en parte preocupada por su mejilla, tomé con más fuerza la bolsa y sin que él se lo esperara, subí con rapidez sobre la mesa y justo cuando Len se dio la vuelta para huir al verme, me lancé sin pensarlo sobre su espalda, derribandolo al suelo.

- ¡Joder, que puto dolor! -Gritó, escondiendo su rostro en sus brazos. En parte me sentí algo mal por hacerle daño, pero había sido él quien oponía resistencia hacia una inofensiva bolsa de hielo.

- Si no hubieras sido tan crío, no hubiera saltando encima de ti. -Le aseguré, pero sabiendo que al haber caído yo sobre su espalda, sería otra misión imposible ponerle la bolsa. Me alcé de él y me senté a su lado, mirándole. Su rostro estaba escondido en sus brazos y me pareció notar cómo soltó un suspiro de alivio. ¿Insinúa que estoy gorda?, pensé de inmediato, frunciendo levemente el ceño-. Date la vuelta, Len. -Le ordené, pero él, cómo no, no me hizo ni caso. Soplé mi flequillo y dejé la bolsa a un lado antes de arrodillarme e intentar darle la vuelta empujándolo desde un lado-. Dios, Len, como pesas. -Me quejé, poniéndole mis 60 kilos en la causa.

- No soy yo, es mi cuerpo que ahora, gracias a ti, está hecho trizas. -Me recalcó, pero antes de que me diera tiempo a responder, él se volteó, tomándome la mano en el momento, y consiguiendo que cayera sobre su pecho después de ahogar un grito. Me sonrojé al verle sonreír con tanta calidez y naturalidad.

¿Quién coño era ese y dónde había encerrado a mi hermano?

¿Y no tenía su maldito cuerpo hecho trizas?

- ¿Len? -Pregunté como una total idiota, juntando mis cejas. Pero supe que mi hermano había permanecido todo el tiempo a mi lado cuando me empujó hacia el otro lado y se levantó (obviamente cojeando y maldiciendo su cuerpo) tras recoger la bolsa de hielo que había dejado y soltar un grito de victoria.

- ¡Y el gran Kagamine vuelve a ser el rey! -Exclamó orgulloso, alzando la bolsa de hielo como si fuera un trofeo.

Yo aún seguía sentada en el suelo, con el corazón a mil y el rostro contraído de la incredulidad. Le miré y fruncí el ceño, alzándome también del frío suelo antes de sacudirme los vaqueros. Mi gemelo me sonrió con superioridad y yo, con la dignidad que me quedaba, alcé el mentón y le enseñé el dedo.

Y, bueno, iba a dedicarle una bellas palabras cuando el timbre nos interrumpió. Él y yo nos miramos por un momento antes de que yo fuera a mirar quien era. Me puse de puntillas para observar por el mirador y me sorprendí al ver a mi mejor amiga detrás de la puerta, caminando de un lado a otro como una leona enjaulada. Curiosa, abrí la puerta y Miku se detuvo de golpe.

SPICE! | RiLenWhere stories live. Discover now