5. Definitivamente Adela está loca

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Adela se esconde debajo de la mesa de un salto. Lucía hace todo el camino hasta la mesa sin notar nada extraño. Simplemente, mueve su cabellera logrando que un par de hombres se queden mirándola embobados al pasar. Bendigo y maldigo mi suerte al mismo tiempo. Me tiemblan las rodillas cuando Lucía vuelve a sentarse en su puesto. De manera que termino rogando a los dioses de los siete reinos (los pasados y los nuevos) para que la muchacha no note que la supervisora está mirando sus zapatos bajo la mesa.

La rubia suelta una exclamación sin previo aviso, por lo que doy un salto en mi asiento.

—¡OH! —exclama—. Ya llegó nuestra comida a la mesa. Aunque quizá debí pedir los ravioles... —duda.

Reprimo un suspiro de tranquilidad, casi dejándome caer en mi siento. Niego con las manos para responder a lo que me ha dicho Lucía.

—No te preocupes, tu elección está perfecta. En serio.

La chica toma su tenedor y comienza a comer de su lasaña. Pone cara de que está riquísima y yo soy incapaz de dar un bocado. Ya no tengo hambre. Se me ha apretado el estómago de los nervios. Además, puedo sentir el cabello desaliñado de Adela en mis piernas. Eso me hace suponer que está tan lejos de Lucía como puede.

—¿No vas a comer?—me pregunta Lucía.

Salto en mi puesto otra vez. ¿Cuántos saltos he dado ya?

—Eh, sí, sí—murmuro, asintiendo.

Tomo el tenedor y doy un bocado de mi lasaña. Está tan rica, la puta madre, y no puedo disfrutarla como quisiera. ¿Cómo voy a sacar a Adela de ahí? Tengo que pensar rápido. Jesús, ¿por qué esta chica me persigue tanto? ¿Y qué es eso de que me ha investigado?

Bajo la mesa, Adela pisa mi pie con su mano.

—¡AH! —exclamo, sin poder evitarlo.

—¿Qué pasa? —me pregunta Lucía, observándome sin entender.

Apunto la lasaña con demasiada emoción, alardeando con las manos.

—¡Qué rico está esto!

La rubia sonríe, mirándome con sus ojazos verdes, y asiente.

—¡Sí, es verdad! —comenta, dando un bocado más a su lasaña.

Diablos. Tengo que salir de esta a como dé lugar. Como conozco el lugar, sé que hay una fuente que tiene cierto parecido a las esculturas griegas.

—Eh... ¿Lucía? Tengo que mostrarte algo.

Ella alza la mirada, limpiándose la boca con su servilleta.

—¿Qué cosa?

—Hay una fuente preciosa aquí en el restaurante.

—¿Ah, sí? Podemos verla cuando terminemos de comer.

—No, es mejor ahora—la persuado.

Lucía me lanza una mirada inquisitiva. Bajo la mesa, siento que Adela me toca la rodilla (doy otro respingo) y supongo que es una especie de aprobación de parte de ella. A veces los mejores planes vienen cuando estás más desesperado.

Me pongo de pie de un salto.

—Es que es muy hermosa—argumento—. ¡Vamos, vamos!

La arrastro hasta la fuente que hay en el centro del restaurante. Lucía camina reticente al principio, pero luego, como si no hubiera más remedio, me acompaña de todas formas. La fuente es, en realidad, un angelito que lanza agua por la boca. Es bastante deprimente si le pones atención.

Echo un vistazo disimulado hacia atrás, mientras la rubia inclina la cabeza tratando de encontrarle lo bonito a la escultura. No te preocupes, Lucía, yo tampoco lo veo. Adela sale de su escondite bajo la mesa en un gateo igual de patoso que su forma de correr. Antes de irse me observa, así que le respondo abriendo los ojos e inclinando mi cabeza un par de veces, para hacerle entender que lo que quiero es que se largue pronto. Antes de irse, se despide con la mano.

Santo Cielo, quizá en el Pollito Culito no tendría a una supervisora tan loca.

—Eh... es... curiosa—comenta Lucía pasado unos segundos.

Vuelvo mi vista a la escultura precaria que escupe agua por la boca. ¿Por qué alguien pensaría que un ángel escupiendo agua sería bonito?

Resoplo por lo bajo.

—La verdad es que sí—le respondo, con un suspiro.

Volvemos a la mesa, sin decir una palabra, y antes de que pueda sentarme, observo que una servilleta descansa en mi silla.

En ella reza:

"Tenga cuidado con esa mujer".

Observo a Lucía acomodando su cabello rubio en su espalda para volver a comer. Sacudo la cabeza. Rubia será, pero no creo que sea peligrosa.

Definitivamente, Adela está loca. 

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Con amor, 

Julia García

 

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Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now