Capítulo 13

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13

—Te has demorado, Pablo—dice Lucía, frunciendo el ceño suspicazmente.

Abro los ojos y ella se acerca felinamente sensual hacia mí a través de la mesa.

—¿Estabas engañándome?

Me tomo un segundo para pensarlo y decido que la estoy engañando, pero creo que no en el modo en que ella sugiere. Trago fuertemente y ella se empieza a reír.

—Eres un tonto a veces. La camarera se cruzó contigo cuando venías para acá...

La observo de reojo y frunzo el ceño.

—La verdad es que no me he dado cuenta.

Ella me dedica una sonrisa hermosa y bebe un sorbo de su café.

—Así me gusta que solo tengas ojos para mí, guapo.

Sonrío de medio lado y mientras ella sigue bebiendo café me doy cuenta de lo que ha dicho. Es una posesiva. Típico, te encuentras con una chica demasiado guapa y te das cuenta de que está loca como una cabra. Reprimo un suspiro y pongo mi mejor cara de poker.

—Solo para ti...—murmuro y me siento tremendamente estúpido.

Escucho un suspiro ahogado en el audífono y me pregunto qué estará pensando Adela.

Nos quedamos alrededor de una hora más, conversando de la vida. Me entero de que Lucía proviene de una familia no muy pudiente en el norte y que siempre soñó con pertenecer a la realeza (me abstengo de decirle que realmente debe ser una mierda). Tiene dos hermanos pequeños que viven con su madrastra y un padre que desapareció a sus cinco años. Dice todo esto mirando a la nada y no sé si lo inventa o realmente está recordando algo.

—Has tenido una vida difícil...—digo, con la boca ligeramente abierta.

—Uno no elige lo que tiene...—murmura.

—Pero sí uno puede elegir la manera de sobrellevarlo.

Ella sonríe enigmáticamente y se encoge de hombros.

—Me gustan las salidas fáciles.

Frunzo el entrecejo, sin entender realmente a qué se refiere, pero no me suena a nada bueno. Ella se arregla el tremendo escote de su blusa y, por un momento, me pierdo. ¿A qué iba todo?

Me sonríe de medio lado y coquetamente, me dice:

—¿Ya nos vamos? Me gustaría llevarte a un lugar.

Sonrío, mirando de soslayo su escote, esperando que ella no se dé cuenta. Pero sé que sabe que lo he mirado. Me dan ganas de pararme, mirar al cielo y gritar: "¿¡JUSTO AHORA, SEÑOR, JUSTO AHORA!? ¿NO PUDO SER ANTES DE QUE DESCUBRIERA QUE ESTA CHICA ESTÁ LOCA?".

Me quedo atontado y asiento como un mono desesperado.

—Llévame a donde quieras, preciosa.

Adela tose en mi cabeza y no sé si estoy loco, pero creo que murmura: "Básico". Pongo mala cara y antes de poder salir junto a Lucía, la mesera se me acerca y me dice:

—Ten cuidado, seguro te contagia algo.

Adela ríe en mi cabeza, y yo ruedo los ojos. Sin embargo, miro a Lucía y pienso que siempre lo mejor es usar protección. 

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now