Capítulo 19

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19

Apenas vuelvo al trabajo, me cuentan que Gonzalo, el otro cajero que trabajaba junto a mi y al cual le hablé muy pocas veces, ha renunciado y que se ha ido gritando: "¡Al fin he podido librarme de esta pocilga! ¡Al fin voy a poder dejar de verles las caras a todos ustedes, bola de tarados!". Me pregunto cuánto tiempo habrá estado esperando eso.

Es Lucía quien me lo cuenta apenas llego al trabajo. Como segunda novedad, hay un chico bajo y de rostro redondo con mejillas igual de redondas. Me saluda y me dice que es el nuevo cajero.

—Soy Johnny—se presenta con una sonrisa más grande que su mano.

Frunzo el ceño.

—¿Como Johnny Bravo?

El nuevo cajero se ríe de manera exagerada, mientras yo echo la cabeza ligeramente hacia atrás, confundido.

—Exactamente—responde cuando es capaz de dejar de reírse—. Espero que tengamos un gran período juntos.

—Ehm... Seguro—murmuro no muy convencido.

De pronto, un cabello desordenado pasa por uno de los pasillos y mi estómago da un vuelco. Me duele del puro nerviosismo de que ella esté ahí de nuevo. La busco con la mirada, pero estoy algunos minutos sin verla, hasta que Johnny suelta un grito ahogado.

—¡Señorita Adela, me asustó!—exclama y me doy la vuelta bruscamente.

Conozco esa sensación...

Me encuentro a Adela plantada delante de Johnny, el nuevo. Luce cansada y tiene los ojos un poco hinchados. La preocupación se me dispara y quiero acercarme, pero no sé si debo. Así que me mantengo en mi caja, ordenando algunas cosas. Haciendo como que no me he dado cuenta de que está allí.

—Suelen decirme eso—murmura Adela un par de segundos más tarde, con una sonrisa queda.

Echo una mirada de soslayo y me doy cuenta de que la felicidad no le llega completamente a los ojos, a pesar de que le sonríe al nuevo.

—He venido a visitarlo, Johnny. Todos los trabajadores nuevos deben darse primero una vuelta por la tienda, así le explico como funciona todo. ¿Le parece bien?

Por el rabillo noto que el nuevo asiente con una sonrisa y se pone firme como militar. Ruedo los ojos.

—Como usted me ordene, jefa.

Adela se echa a reír.

—Yo no soy su jefa, Johnny. El señor Ilabaca lo es. Yo solo soy la encargada de recursos humanos.

—Entonces, como usted me ordene, señorita encargada de Recursos Humanos—bromea Johnny.

Me dan ganas de cortarle la lengua para que se calle de una vez. Cuando Johnny sale de su caja y se encamina con Adela, decido que es momento de pedirle disculpas. Así que salgo de la mi posición  y me dirijo hacia ella con nerviosismo.

Le toco el hombro con suavidad y cuando se da vuelta, siento mucha presión en el estómago.

—Adela, ¿podemos hablar?

Ella me mira con confusión.

—¿Quiere hablarme?—pregunta, realmente sorprendida lo cual da justo en el interruptor de culpabilidad de mi cuerpo.

—Sí, necesito hablarte—murmuro un poco incómodo.

Ella niega con la cabeza y me sonríe quedamente.

—¿Le parece si es más tarde? Debo mostrarle la tienda al señor Johnny—dice apuntando al muchacho que sigue sonriendo como estúpido.

Le lanzo una mirada de pocos amigos y deja de sonreír.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now