Capítulo 12

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12

Adela me recomienda que lleve a Lucía a un café que ella conoce y que le gusta. Cuando me enfrento con el café "La Catedral" me sorprendo de que realmente esté dentro de una.

Hago una nota mental en la cual dice que jamás dejaré otra vez que Adela escoja los lugares para las citas. Mi sex appeal ha bajado a cero con solo echarle un vistazo al lugar.

¿Qué pasa? ¿Por qué no entra? —Oigo la voz de Adela en mi oído, porque llevo un pequeño audífono inalámbrico pegado a la oreja. No la puedo ver, ni le puedo responder, ya que Lucía se encuentra a mi lado tan sorprendida como yo.

Me mira con los ojos asombrados y me disculpo con las manos.

—Hacen un café exquisito, te va a encantar.

Caminamos juntos adentro y, por lo que notamos, primero nos encaminamos hasta la caja para hacer el pedido.

—Hola, soy Félix. Bienvenidos al Café La Catedral. ¿Qué desea llevar? —dice el muchacho que nos atiende. Sonríe muy forzadamente y sus palabras suenan demasiado monótonas para su sonrisa, como si llevara mucho tiempo repitiendo la misma frase.

Suspiro cuando Lucía cambia tres veces el pedido, hasta que finalmente se decide por un capuccino con vainilla. Yo pido un mocca y nos vamos a sentar a una mesa cerca de los enormes vitrales.

—Es una elección extraña para una cita—comenta Lucía, sosteniendo la pequeña boleta que nos han dado para pedir los cafés.

—¿Es una cita? —pregunto y por un momento mi voz suena demasiado apresurada.

Es que no me pasa todos los días.

Suelta una risa y está a punto de decirme algo, cuando llega una mesera a atendernos.

—Hola, soy Julia. Bienvenidos al Café La Catedral, ¿tienen su boleta?

Ella ni siquiera se preocupa en fingir que está feliz.

En cuanto toma nuestros pedidos y se va, Lucía murmura:

—Debe estar peleada con el chico que prepara los cafés. Ni siquiera se miran.

Me doy vuelta, sin nada de disimulo, a observar al muchacho que está en la barra de los cafés. Él la observa de soslayo, pero ella ni siquiera le dirige una mirada. Por dentro me alegro. El tipo es tan guapo que siento que debería sufrir por todas las chicas que le debe haber robado a los tipos normalitos como yo. Justicia divina.

Me doy vuelta cuando la muchacha vuelve con los pedidos.

—¿Algo más?

Lucía observa a la mesera y le pide que se acerque:

—¿Me darías el número de ese chico que está allá? No, cariño, es broma—dice riéndose y a mí se me cae en la mandíbula.

Maldita arpía, justo en mis ojos. Puedo escuchar la risa suave de Adela en mi oído. Dos traidoras hoy.

La mesera se va con una sonrisa adusta y los ojos irónicamente abiertos. Decido que me cae bien. Tal vez yo también le pida el número antes de irme.

—Así que... —le digo a Lucía, herido— El cafetero, ¿no?

Ella suelta una risa alegre y niega con la cabeza.

—No es por ti, solo quería hacer que la chica se enojara.

Frunzo el ceño, poco convencido.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now