Capítulo 30

3.7K 549 272
                                    

*Obligo a todo el mundo a leer con la canción del multimedia. 🌻 100% recomendado.

30

Me quedo mirando el celular durante tres largos segundos. Siento que dentro de mí hay un pequeño duende martilleándome el corazón y otro abrazando mi estómago con fuerza, porque los nervios me están por matar.

El móvil vibra y el nombre de Adela brilla en él.

Adela llamando...

—¿Contesto?—me pregunto y mi yo interior me dice que sí, aunque ambos estamos nerviosos.

Mi pie golpea el piso con insistencia y mis manos se presionan la una a la otra, con ansiedad. De alguna forma, siento miedo. Estoy por tomar el móvil, cuando deja de vibrar.

La puta madre. Quién me manda a ser tan cobarde. Debato la posibilidad de no llamarla o de esperar hasta mañana, pero sé que esa posibilidad es tan estúpida como tomar sopa con un tenedor. Sé que estaré mucho tiempo ansioso, así que tomo el teléfono, respiro profundo y disco el número de vuelta.

Suena cinco veces antes de que ella conteste:

—¿Pablo?

Que Johnny la haya cagado, por favor. Que Johnny haya cagado toda la cita.

—¿Sí?

El siguiente tono de voz que utiliza suena mucho más relajado.

—¿Cómo está?—pregunta con su voz cálida.

Nervioso, pienso. Con muchísimas ganas de ahorcar a Johnny. Ya sabes, lo normal.

—Aquí, relajándome en el sofá—miento—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo te fue con el minion?

Ella suelta una pequeña risa.

Estoy bien, ¡y me fue bien!

—Oh—murmuro y me quedo en silencio.

Siento como si alguien me presionara contra el suelo, y el ánimo se me va a la mierda. Odio a Johnny. Odio su maldita risa. Odio su forma de estar pendiente de todo. Odio su forma de tratar a Adela.

—¿Pablo?—inquiere otra vez, con ansiedad.

—¿Sí?

—¿No me va a preguntar qué pasó?

De pronto, siento enfado. ¿Por qué tengo que escuchar de su cita con ese pedazo ínfimo de humanoide? Sin embargo, y muy a mi pesar, pregunto:

—¿Qué fue lo que pasó?

Al instante me arrepiento de haber preguntado eso. No quiero saberlo, así que cierro los ojos con fuerza y me paso la mano por el cabello, a la espera de lo que está por decir. La ansiedad se me dispara y lo único que deseo en el mundo es que no la haya besado.

Que no la haya besado, que no la haya besado, repito una y otra vez.

Salimos a tomar helado—comenta, con una voz dudosa—. Me gustó mucho el lugar al que fuimos. Muy colorido. ¡Había de todos los sabores que usted podría imaginar! Si un día tiene tiempo, Pablo, podría invitarle ahí. ¡De verdad que se come muy bien!

Sonrío. Adela siempre es tan ella. 

—¿Estás invitándome a una cita?—bromeo.

—¿Ah? Yo... Yo-... ¿Qué?

Su desconcierto me hace reír. Afirmo el móvil contra mi oído y comienzo a respirar un poco mejor.

—Estoy bromeando, Adela. Aunque no habría nada de malo en que fuéramos a tomar helado. De hecho, vamos y yo invito.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now