Capítulo 9

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9

Mi cara es de cuatro metros cuando me doy cuenta de que llevamos dos horas esperando a que salga Lucía. Es viernes por la tarde y me he tomado el día libre para llevar a cabo los planes de Adela.

—Entonces—dice por enésima vez—, usted camina por la derecha y yo por la izquierda. Trate de cambiar de dirección cada vez que pueda y por ningún motivo permita que lo vean.

—Lo entendí a la quinta vez que lo dijiste, Adela—rezongo.

Estamos detrás de un auto. Adela lleva binoculares y no sé para qué lo hace si estamos a dos metros de la entrada esperando a que Lucía salga. Me parece que es una táctica dramática para que yo confíe más en ella. Sin embargo, ya lo hago.

Me debato entre decírselo o no, cuando Adela suelta un grito ahogado involuntario y se lleva las manos a la boca, como si de alguna forma pudiese detenerse a sí misma.

—¡¿LO VE?! ¡ES EL AUTO QUE ESTÁ AHÍ!—exclama en un susurro, que de no ser por el volumen bajo que utilizó podría haber sido un grito.

Achico los ojos tratando de verlo, pero no lo logro.

—No.

—¡Es que está mirando hacia el lado equivocado!—Toma mi rostro por las mejillas con sus manos (que no esperaba que fueran tan suaves) y me hace mirar en la dirección opuesta a la que yo observaba— ¿Lo ve?

Vuelvo a achicar los ojos y lo veo. Es el mismo auto del que conversábamos días antes. Gris, no muy ostentoso y con los vidrios polarizados. Formo una perfecta "O"con mis labios y puedo notar a través del rabillo del ojo que Adela sonríe triunfal. Está estacionado en la calle lateral a la tienda.

Antes de que pueda decir algo, Lucía sale de la tienda y camina lentamente hacia una calle por su derecha. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que no camina hacia el auto. Adela frunce la frente confundida y comienza a negar con la cabeza.

—No lo entiendo—suelta.

Un segundo después, se le ilumina el rostro y sale pitando tras Lucía.

Suelto un bufido y voy tras ella. Tras ambas. Me encamino por la vereda del frente, soltando un par de palabrotas observando como Adela, de manera muy inteligente avanza tranquila, sin mirar demasiado hacia Lucía, cosa que yo hago descaradamente. De repente, recuerdo las instrucciones de Adela y me mantengo a una distancia prudente, como quien no quiere la cosa, caminando como si estuviese de compras. Estamos así un par de calles, hasta que de nuevo gira a la derecha. Nos metemos por una calle distinta, llena de tiendas. Lucía camina muy tranquilamente y eso me hace dudar de lo que estamos haciendo, ¿esto se consideraría legal en alguna parte del mundo? ¿Sería acoso o algo por el estilo? Ruedo los ojos. Maldita Adela.

Cuando la observo, veo su espalda también. Su cabellera desordenada luce graciosa y su sweater parece especialmente desaliñado hoy, sin embargo, su expresión de determinación es algo que la hace lucir bien. No "muy bien" por razones obvias, pero la ayuda. Bastante.

Voy pensando en esto cuando Lucía cambia de dirección otra vez y ahora, también, cambia de vereda. Me doy cuenta de esto cuando ya estoy demasiado cerca, así que me doy vuelta hacia un carrito de dulces y compro un chocolate, con el corazón latiéndome desbocado del susto.

Que no me haya visto, que no me haya visto, que no me haya visto.

Cuando me siento seguro, me doy vuelta y al mirar, ya no está ni Lucía ni Adela.

Genial. Tenía que ser yo el imbécil.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now