CAPITULO 2

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Llevaba ya dos horas en el aeropuerto. No sabía que hacer. Mis abuelos me dieron las llaves de su piso, que estaba situada en el centro de Londres, pero no, no quería volver ahí. Esa casa contenía demasiados recuerdos. Estaba totalmente sola en una nueva ciudad, yo que nunca antes había salído de mi isla. 

- ¿Estas segura de que no necesitas nada?- La dulce voz de aquella mujer me sacó de mis pensamientos, cosa que en parte, agradecí.

- No tranquila, estoy bien. - Volví a mentirle. Era ya la tercera vez que me lo preguntaba y era la tercera vez que le respondía lo mismo, aunque ni siquiera intentaba parecer convincente con mi respuesta.

Me levanté, tenía que irme antes de que la amable pero insistente mujer decidiera llamar a los servicios sociales. Salí del aeropuerto y me metí en el primer taxi que encontré. Aún era septiembre pero estaba lloviendo como en una noche oscura de invierno, aunque no hacia nada de frío. Pasé todo el trayecto mirando como las gotas de la fría lluvia resbalaban por los cristales del taxi y ni siquiera me percate de que habíamos llegado hasta que el taxista emitió un profundo gruñido para que le pagase y siguiese haciendo su trabajo. 

Nunca había sentido una lluvia tan fría y nada más bajarme del taxi, mi piel se herizó. Miré al portal de mi ahora nueva casa bajo la lluvia, pero no podía entrar. Decidí que por mucho que estuviera haciéndose de noche era hora de empezar a conocer la ciudad un poco. 

Camine calle abajo durante unos 20 minutos hasta que me encontré con una calle ruidosa llena de bares, restaurantes y gente, mucha gente. Llevaba unos tres días sin dormir apenas dos horas, así que decidí entrar en una cafetería a por un café y a resguardarme de la lluvia, que estaba haciendo que empezase a tiritar.

Entré en la única cafetería que conocía en la zona (en realidad era el único sitio que conocía de toda la ciudad). Era un starbucks no muy grande y acogedora, en los pocos días que llevaba ahí mi abuelo ya me había llevado tres veces, ya que decía que estaba enamorado de la camarera del turno de noche, aunque yo sabía que era mentira, ya que él era incapaz de pensar en otra mujer que no fuese mi abuela. De veras nunca había conocido unas personas tán enamoradas, a pesar de todos los años que llevaban casados, mi abuela seguía haciéndo el desayuno favorito de mi abuelo todas las mañanas, por mucho que ella lo aborreciese, y él le compraba rosas todos los días y se las ponía en la almohada antes de que ella se acostase. 

Cuando entre, Amy, una de las camareras y amiga de mi abuelo, estaba detrás del mostrador con su siempre perfecta sonrisa y sus claros y vivos ojos. Me reconoció nada mas entrar, ya que como bien e dicho, tenía una increíble complicidad con mi abuelo, y me saludo a distancia. Le devolví el saludo aunque con poca gana. Me puse en la fila para pedir mi bebida y miré distraída por la ventana como la gente que pasaba por la calle medio corriendo para intentar no mojarse mucho con la lluvia. Llegó mi turno:

- Buenas noches Marel! ¿Un mocca blanco como siempre?- Me pregunto Amy con su alegre voz.

- Si, gracias. - Dije con poco entusiasmo.

- ¿Ya se han marchado verdad?- pregunto con un tono triste en su voz.

- Si así es, acabo de llegar del aeropuerto.- Dije con una falsa sonrisa en la boca.

- Siéntate en esa mesa que ahora mismo voy y lo hablamos!- Dijo señalándome una pequeña mesa al fondo de la cafetería y desapareciendo sin darme tiempo a inventarme ninguna excusa.

En ese momento no me apetecía mucho hablar pero me vendría bien hacer una amiga y poder contarle todas las cosas que me tenían preocupada. Llegó con un pequeño bollo y una bonita sonrisa, la cual me recordaba a mí, ya que esa era la primera vez que pasaba tanto tiempo sin sonreír. Amy era increíble, la conocía de hace unos pocos días pero ya parecía íntima. Llevábamos una hora entera hablando cuando tuvo que volver al trabajo, pero no sin antes darme su número por si la necesitaba en cualquier cosa. 

Me quede sola acabándome mi bebida, pensando en que podía hacer a salir de la cafetería, tenía pocas ganas de caminar pero menos de volver a casa. En ese momento alguien se sentó en el asiento que hacía unos minutos la ocupaba Amy. Era un chico joven, de unos 19 o 20 años de edad, con unos preciosos ojos verdes y el pelo oscuro y rizado, alborotado, echado hacia atrás pero sexy. Al principio me asusté ya que no sabía quien era y me miraba de una forma un tanto extraña, con una sonrisa un poco torcida que lo hacía aún mas sexy si cabía. 

- Hola, ¿que tal preciosa?- Me dijo con una voz ronca y a la vez seductora. Yo no me podía creer que esto estuviera pasando, ¿estas no son las cosas que ocurren en las películas?. Intenté recuperar la forma y el aliento.

- ¿Siempre eres así de directo y un tanto creído con los desconocidos?- Mi voz sonó un poco más dura de la que me habría gustado, pero aún y todo su reacción no fue la que esperaba.

- Así que ¿soy un desconocido para tí?, ¿no sabes quien soy?- Preguntó algo sorprendido.

- ¿Debería?- Volvió a sonreírme enseñandome todos sus blancos y perfectos dientes, dejándome casi sin respiración.

- Bueno no se... tal vez te suene mi nombre, soy Harry Styles.- Me sonaba de algo pero negué con la cabeza.

- Nada.- Me miraba sorprendido.

- ¿Te suena el grupo One Direction?- Algo dentro de mi se encendió. Me sonaba de algo ese nombre también, tal vez Kyla me lo nombró alguna vez en uno de nuestros largos días surfeando. Si, seguro, era de eso. Me comentó que era un grupo de musica, unos británicos muy buenos y además muy guapos. Si todos los del grupo eran como ese tal Harry Styles... no le faltaba razón!

- Me quiere sonar de algo...- Sonrió otra vez de esa manera tan increíble que me dejaba sin aliento. Me recuperé y seguí hablando con toda la normalidad que pude aparentar- y bueno, dime, ¿que quieres?

- La verdad pensaba que esto de hablar con una chica en una cafetería era algo más sencillo... - me sonrió irónicamente y le debolví la sonrísa, un tanto sonrojada por lo borde que me estába comportando.- Solo quería saber que tal estabas... y bueno darte mi numero.

-  Pues ahora mismo estoy un poco confusa, pero gracias por preguntar! Y por lo del numero, la verdad es que no creo que tenga yo mucho tiempo para eso... -mi escusa no sonó nada convincente y tampoco ayudo la media sonrisa que me salió.

Se levantó, aunque sin dejar mis ojos, se acercó a mi hasta quedarse a unos 10 cetímetros de mi cara y dijo con su voz ronca y a la vez extremadamente sexy:

- Siempre hay tiempo para el placer.

Mientras lo decía dejo una servilleta encima de la mesa y se fué. Cuando conseguí recuperar medianamente el aliento, me gire para verlo marchar. Llevaba unos jeans negros ajustados hasta los tobillos, unos botines marrones y una camisa blanca un poco transparente que dejaba ver unas zonas un poco mas negras que su color de piel, los cuales supuse que eran tatuajes. Salió de la puerta y giró hacia la izquierda, se volvió para mirar por el cristal y sonreírme una última vez antes de desaparecer bajo la fría lluvia.

Only with youWhere stories live. Discover now