Capítulo 3: Funeral

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Quedan justo 5 días para que empiece el instituto, y no me apetece nada ir. Creo que antes de ir a esa cárcel me suicidaría o algo así.

Hoy era el funeral de mi abuela, y aun que pareciera increíble, tenía un discurso para ella. Es muy aburrido leerlo y eso, pero quiero que mi abuela sepa algunas cosas.

Me pongo mi vestido negro que ayer me lavó mi mastrastra y bajo las escaleras para desayunar.

Llegué a la cocina, donde todos estaban sentados desayunando menos Vero, que estaba cocinando. La primera en verme fue Sam.

-Hola, Essie. -Dijo mi hermana saludándome con una sonrisa en su cara. -Mateo vendrá de aquí poco con su coche, ¿Vendrás con nosotros, verdad? -Me preguntó refiriéndose a ir al entierro en el coche de Mateo.

Había olvidado que todos sus amigos se habían separado de ella menos Mateo. Blanca y Marco se fueron a vivir a España, y Dylan, Dina y Bruno compraron un piso en frente de la playa de México.

-Sí, claro. -Susurré vagamente y me senté en una de las sillas libres.

-¿Has dormido bien, cariño? -Preguntó mi padre intentando entablar una conversación por el silencio en la cocina, pero no dije nada, simplemente me encogí de hombros.

Vero dejó lo que estaba haciendo y se giró para decirle algo con los labios a mi padre con la intención de que yo no lo viera, pero lo vi.

~Déjala~

Vero se dirigió hacia mí y yo hice ver que no había visto nada.

-¿Qué quieres para desayunar? -Me preguntó Vero y yo me encogí de hombros de nuevo.

-Me da igual. -Contesté educadamente y me puse a mirar cosas en mi móvil para apartar las miradas de toda la mesa de encima mío.

Sinceramente, no me importaba lo que me hiciera Vero de desayuno, por que todo lo que hacia estaba muy bueno.

Después de media hora llegó Mateo, y Sam y yo nos dirigimos hacia su coche para irnos ya al funeral.

Ninguno de los tres habló en todo el trayecto, solo se escuchaba la música de la radio de fondo. Hoy era uno de los peores días de vida.

Llegamos al funeral y en cuanto vi la tumba de mi abuela con unas sillas delante de ella me acerqué corriendo.

-Abuela... -Susurré mientras me tiraba de rodillas al césped y observaba el nombre en la tumba.

Ann Enara Townley Matthews
25 Abril 1932
8 Setiembre 2016

No pensaba llorar. Ya lo había hecho en su momento, y con ganas, pero ahora no tengo ganas de absolutamente nada. Ni siquiera de leer el discurso.

Toda mi familia y algunos amigos se sentaron en las sillas y yo tuve que hacerlo también.

Me senté al lado de Sam mientras oía la voz del cura dictando unas frases por la pérdida de mi abuela.

-Hoy le decimos adiós a una persona que en vida fue para nosotros una persona incomparable que siempre nos dio su amor y su cariño y que siempre estuvo dispuesta a ayudarnos... -Dejé de escuchar al cura y el mundo se volvió negro.

Solo eran imaginaciones mías, no quería escuchar lo que dijera ese estúpido orador.

Cuando acabó, casi todos tenían un texto para ella. La primera que se ofreció voluntaria para hablar fue Brittany.

-Ann, no te llegué a conocer del todo bien, pero para mí eras como una abuela. Siempre pensabas en los demás y eras muy generosa con todos... -Brittany siguió dictando unas palabras más pero me salté la parte triste. -Todos lamentamos tu pérdida.

Brittany bajó del pequeño escenario y el siguiente que levantó la mano fue mi padre. Lo siento, pero ese preferiría no escuchar ni una palabra de lo iba a decir.

Después de dos discursos, Vero ni casi nadie tenían nada que decir, así que fue Sam la que levantó el brazo.

-Abuelita, siempre fuiste una mujer fuerte que a pesar de sus años seguías luchando por darnos lo mejor. Me quedaré en el recuerdo con la última sonrisa que me diste por que así te quiero recordar. Para mí fuiste la mejor abuela que alguien podría haber tenido. -Sam se secó algunas lágrimas y siguió con el final. -Ojalá aún siguieras aquí con nosotros.

Sam se volvió a sentar en su sitio y ya no había nadie más, solo faltaba yo.

De repente, todas las miradas del funerario se posaron en mí. Me levanté a duras penas y me dirigí hacia el escenario.

-Tengo mi discurso... -Dije sacudiendo el papel hacia la gente que estaba allí. -Pero... No lo puedo leer yo.

Sam me miró con cara de terror pero yo la ignoré.

-Por eso, quiero que lo leas tú, Mateo. -Señalé a Mateo con el brazo y él me miró confuso, con cara de miedo, y Sam... Simplemente estaba alucinando. No sé ni por qué le había elegido a él, supongo que por que él no había hablado y por que me caía muy bien.

Aun así, Mateo se levantó y se puso en el escenario con mi papel dispuesto a leerlo. Quise ponerme una bolsa de plástico en la cabeza en cuanto Mateo empezó a leer.

-Me apena mucho el haberte perdido, sé que todos están tan dolidos, pero yo más que nadie. Lo que más recordaré de ti serán las ganas que le ponías a las cosas, el cariño con que las hacías y el deseo de seguir superándote cada día más y más. La pérdida de mi abuela ha causado en mí un gran dolor, siento como si me faltara el aire para respirar. No sabes cuánto te extraño y quisiera que estés aquí conmigo de nuevo. Quisiera arrancar este dolor que estoy sintiendo en el corazón por tu pérdida y hacer de cuenta que tú estás aquí. Quiero recordarte con una bonita sonrisa en el rostro y con todo el cariño que nos tuvimos. Descansa en paz, abuela. -Cuando acabó de leer Mateo, todos aplaudieron, cosa que yo no me esperaba.

Mateo me miró satisfecho con mi discurso y de haberlo leído. Asintió con la cabeza mientras sonreía y yo me sentí bien, aun que no se me notara en el rostro.

Cuento Hasta Tres ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora