Capítulo 41: Madison Howard

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-Es ésta. -Dijo finalmente Noah cuando llegamos a una puerta que tenía el número 201.

Se me puso la piel de gallina en cuanto Noah apretó el pomo para abrir la puerta. Él lo notó y apartó la mano.

-¿Estás bien?

-Sí... Solo... Estoy un poco nerviosa. -Respondí asintiendo mientras me apartaba un mechón de pelo y lo ponía detrás de mi oreja.

Noah me miró alzando las cejas y asentí metiéndome las manos en los bolsillos mientras me mordía el labio inferior todo lo que podía.

La mano de Noah fue a parar de nuevo al pomo, esta vez haciendo que se abriera.

Al principio, no vi mucho, solo una camilla blanca con un bulto en medio. Noah se quedó en la puerta y yo avancé hasta mi hermana.

Me acerqué a ella mirándola fijamente. Tenía el pelo rubio y largo, como yo. También tenía la piel blanca, igual que yo. Pero a lo mejor eso podía ser porque ella nunca había tomado el sol. Tenía pecas por las mejillas y por la nariz, y era completamente idéntica a mí. Se nos podía diferenciar por algunos rasgos, ya que éramos mellizas, no gemelas.

Suspiré al ver sus ojos cerrados. Aún no sabía de qué color eran, y probablemente no los podría ver nunca.

-Wow... -Dijo Noah sorprendido en cuanto la vio desde el otro lado de la cama. -Creo que me estoy replanteando en si salir contigo o con Madison... -Murmuró por lo bajo pero escuché lo que dijo.

Rodeé toda la cama hasta quedar en frente de él para clavarle mi puño en su abdomen.

Noah se quejó mientras se ponía las manos en la barriga apartándose de Madison mientras yo me reía.

-Pensé que ya no hacías eso... -Murmuró apretando los ojos del dolor y yo me reí aún más fuerte.

Yo tampoco pensé que lo iba a hacer. Y tampoco pensé que cuando estuviera con Madison me pudiera reír en algún momento.

-Hola, hermana... -Susurré cuando Noah se calmó y yo me giré hacia la camilla.

-No te oye. -Intervino Noah acercándose a mí.

El aliento de su boca se topaba con mi cuello y poco a poco me rodeaba la cintura con sus manos.

-Imbécil. Déjame. -Gruñí concentrándome en Madison.

Cogí la mano de mi hermana pero Noah no apartó las manos de mi cintura.

-¿Y si hago esto? -Susurró llevando sus labios a mi cuello dejando una cadena de besos haciéndome poner nerviosa.

¡Joder! ¿Qué coño me pasa? ¿Soy incapaz de abofetearle la cara o qué?

-Madison nos está viendo. -Susurré dejando que me siguiera dando besos por todo el cuello hasta llegar a la clavícula.

-Me da igual.

Jadeé al sentir su tacto pero me aparté de él rápidamente. Me giré para mirarle, se estaba mordiendo el labio con una sonrisa pervertida en el rostro.

-No da igual. He venido aquí para algo. -Dije finalmente haciendo que Noah rodara los ojos.

Me giré de nuevo a ver los ojos cerrados de Madison.

-Déjanos a solas, por favor. -Rogué a Noah sin mirarle. Él no dijo nada, sólo se limitó a caminar hacia la puerta y cerrarla detrás de él.

Dieciséis años. Madison llevaba encerrada en este hospital dieciséis años.

-Lo siento. -Rodé los ojos suspirando con un sollozo. -No sé si me conoces pero soy tu hermana melliza. Y sé que puedes oírme, aunque estés en coma. -Le cogí de la mano y tragué saliva. -Ese era Noah, mi... Eh... En realidad no sé lo que somos. -Rodé los ojos pensando. ¿Novio? No creo que en estas condiciones fuera mi novio. En cualquier caso, ahora eso no importaba.

Solté una mano de la suya y la puse detrás de mi oreja. Sentí el tacto de una piel rugosa, con volumen. Hice una mueca. La luna negra que tenía en esa parte significaba algo de mí, y aún no sabía el qué.

Al final aparté la mano de ahí y me dirigí de nuevo a Madison. Ni siquiera sabía si mis padres la habían visitado alguna vez, con lo crueles que eran.

-Esto es... Muy duro para mí. Nunca me había pasado nada igual y... Sin duda, no quiero perderte. Quiero que despiertes, Maddie. -Apreté los labios intentando no soltar ninguna lágrima.

Joder, esto es una puta mierda. ¿Por qué me tiene que pasar todo a mí? ¿Acaso he hecho algo?

La puerta de la sala interrumpió mis pensamientos mientras Noah entraba por ella, y, de algún modo, lo agradecí mucho.

Corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas mientras miraba a Madison en los brazos de Noah.

-Maddie no va a despertar. -Dije hacia Noah aún intentando contener las lágrimas. -Lleva 16 años así. No despertará.

Noah me cogió de los brazos mientras me guiaba fuera de la sala. Era lo mejor que podía hacer, apartarme de ella. Apartarme de lo que me hace débil.

Vi los pasillos borrosos mientras Noah me conducía hasta el aparcamiento.

Oh, mierda. No llores. No llores. No llores. Ahora no.

Noah me rodeó con sus brazos mientras me subía al coche, pero no cerró la puerta. Hundí mi cara en mis manos para cubrirla mientras dejaba escapar algunas lágrimas. No podía permitir que Noah me viera así. Llorar por una persona que ni siquiera conocía.

Él estaba delante de mí, con la puerta del coche abierta. Podía notarlo por su olor, y también porque me empezó a hablar.

-Eh, Esther. No llores. -Dijo intentando sacarme las manos de mi cara.

-No estoy llorando. -Respondí de mala gana apartando las manos de Noah de encima mío.

Eso me había hecho rabiar. No debería estar llorando ahora mismo, sino me arrepentiré de aquí unos segundos.

Venga Esther, eres una llorica, seca las lágrimas de tu cara y pon una sonrisa en ella.

-Esther, sé que estás llorando. ¿Por qué finges estar bien cuando no lo estás?

Eso dolió. Y mucho.

Aparté las manos mojadas de mi cara y miré a Noah fijamente dejándole sorprendido. Quizás estaba sorprendido porque de no ser por sus palabras yo nunca habría hecho lo que acababa de hacer.

-Porque intento aprender a ser fuerte.

Cuento Hasta Tres ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora