Capítulo 43: Momento incómodo

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Me senté en un sitio de la arena lisa, abrí la bolsa que me había prestado Britt y me encontré con un bikini enano y unas chanclas rosas. Oh, dios.

Saqué el bikini de la bolsa. La parte de arriba era de color azul claro con algunos detalles rosas, y la parte de abajo era toda negra de tiro alto con pequeños broches a lo largo de toda la cintura.

-¿En qué me he metido? -Susurré contra mi misma.

-Hay baños en esa esquina. Aunque no creo que te vaya. Ya me entiendes. -Dijo una voz de atrás y me giré para encontrarme con un Lewis sin camiseta.

No. Mires. Su. Abdomen.

¿Lewis acababa de insinuar que mi hermanastra tenía mucho...? Idiota.

-Creo que ya sé por qué Brittany pasa completamente de ti. -Murmuré mientras sacaba las chanclas rosas de la bolsa.

-¿Lo sabes?

-¿Acaso te interesa? -Pregunté de mala manera haciendo reír a Lewis.

-Nunca se ha fijado en mí. -Dijo con una sonrisa.

Ya... ¿Y si nunca se había fijado en él es porque es un pervertido rompecorazones?

-Tú mismo insinuaste que... -Me callé al pensar lo que iba decir. -Bueno, no creo que la quieras como novia. Tú siempre buscas lío.

-Nunca lo sabrá si no me da una oportunidad. -Lewis se cruzó de brazos y se encogió de hombros.

-¿Y si no es así? ¿Y si yo estaba en lo correcto y la haces daño? Bueno, no quiero saber nada. -Dije rápidamente evitando cualquier conflicto con él.

-Sí, yo lo mismo de Noah y tú.

Noah. De no ser por que ÉL estaba detrás nuestro habría abofeteado a Lewis en toda la mejilla.

Lo iba a hacer por varias razones. Había pronunciado un nombre que en esos casos me dolía oírlo. Y también había llamado a mi hermanastra zorra. Lo había insinuado, pero era lo mismo.

Lewis apartó la vista de mis ojos y miró en frente, donde se encontraba el mar.

-Hay unas olas perfectas. Debería haberme traído la tabla de surf. -Murmuró.

Vaya, Lewis siempre escondía algo. Me sorprendió ya que pensé que a él lo único que le importaba era el fútbol, el deporte que se practicaba en nuestro instituto.

-¿Haces surf?

-Claro, es mi deporte favorito, a parte del fútbol. -Dijo obviando. Suspiró y dijo unas últimas palabras. -Bueno, yo me voy con Jacob. Adiós, Howard.

Lewis siempre me cayó mal.

Me levanté de la arena y cogí el bikini para dirigirme a los baños. Menos mal que me había puesto una toalla para sentarme.

Una vez me puse el bañador me dirigí a Brittany y Daniel, que estaban sentados en la arena intentando hundirse.

-Hola. -Murmuré captando la atención de Daniel.

-¡Vaya! ¡Te queda muy bien! -Gritó Brittany emocionada refiriéndose al bikini que ella me había prestado.

-¿Queréis venir al agua? -Pregunté ignorando el comentario de Brittany.

El bikini me iba enorme. Menos mal que era un año mayor que ella.

-S... -Murmuró Daniel pero Brittany no le dejó terminar.

-¡No! Daniel... Tiene que hundirme en la arena. Si quieres ir con alguien, al único que le apetece bañarse es a Noah. -Dijo señalando algo detrás de mí. Vi a Daniel rodar los ojos disimuladamente. Me giré con las manos en la cintura viendo a Noah de espaldas a nosotros en la orilla del mar.

Me volví hacia ellos y vi a Brittany con una sonrisa de niña pequeña en la cara.

-Está bien. Adiós.

Me di la vuelta diciendo eso como excusa adentrándome en el agua.

Ni loca pienso bañarme con Noah. Me bañaría sola, era la única opción que tenía.

-Muchas gracias, Brittany... -Susurré para mi misma rodando los ojos.

Miré a mi derecha de reojo encontrándome con unos ojos azules. Al momento, aparté la mirada rápidamente.

Mierda, Noah me había pillado mirándole. Odiaba tener que hacer todo esto, pero no quería hablar con Noah. Necesitaba tiempo para asumir lo de mi hermana melliza y ahora no tenía tiempo para él.

Me adentré en el agua para evitar a Noah. En cuanto la toqué, estaba helada, pero tenía una buena sensación al haber pasado tanto calor anteriormente.

-¡Esther! ¡Espera! -Gritó una voz aproximándose a mí.

-Ah... -Murmuré decepcionada al detectar esa voz. Noah.

Oh, no, tenía que salir de ahí.

Me intenté adentrar más en el agua pero no me dio tiempo. Noah estaba muy cerca mío y cogió mi muñeca para detenerme.

-¿Qué quieres? -Me giré hacia él enfadada. Estaba claro lo que él quería.

-Hablar.

Rodé los ojos y agité la mano para que me soltara.

-Suéltame.

Estaba a punto de dar saltitos como una niña pequeña y a agitar mi mano para soltarme con la ayuda de algunas patadas en las espinillas de Noah.

-Esther, tenemos que hablar.

Tenemos que hablar. Esas tres palabras cada vez me ponían más nerviosa.

-No quiero.

-Me da igual que no quieras. Tenemos que hablar. -Ordenó mientras apretaba más el agarre de mi muñeca y yo le fulminaba con la mirada.

-Te odio. -Susurré clavándole las uñas con rabia en su muñeca.

Noah apartó la mano rápidamente de mi brazo y se lo llevó a su otra mano mientras fruncía el ceño.

-¡Ah! ¡Hija de...! -Se calló sabiendo lo que iba a decir.

Me enfadé por lo que acababa de hacer o lo que había estado a punto de decir. Me giré hacia el mar con los puños cerrados y me sumergí en el agua dejando a Noah atrás. No me importaba lo que me quería decir.

Salí a la superficie cuando Noah estaba muy lejos, en la orilla, pero él no me dejó en paz.

-¿Tú me insultas cada día y yo por una vez que digo... Ni medio insulto, te enfadas? -Gritó cabreado.

No me giré para mirarle, sabía que estaba lejos por su voz, y también porque estaba gritando como un loco y podía notar que todas las miradas de la playa estaban fijas en él y en mí.

-Esther Howard. Sí, la que está en el agua ahora mismo. La de cabello rubio claro y ojos azules oscuros. -Gritó aún más fuerte.

Dios. Me había descrito lo suficiente como para que todos los de la playa supiesen que hablaba de mí. Quería hundirme en el agua pero tenía curiosidad por lo que iba a decir.

-Me enamoré de ti. Me atrapaste por cómo eres, porque me gustas así, porque siempre estás ahí, porque cuando me agarras de la mano no te quiero soltar nunca, porque me haces reír tanto que al final acabo con dolor de barriga, porque tus abrazos me llenan de paz, por estar siempre en mis mejores momentos, y en los peores no soltarme ni un momento. Por saber quererme, por buscarme más de una vez, por dejarme ser como realmente soy, por todas las carcajadas que dibujas en mi cara... Por enseñarme a ser algo mejor.

Cuento Hasta Tres ©Where stories live. Discover now